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La geometría de las ideas

LA GEOMETRÍA DE LAS IDEAS
Por: Rodrigo Arce Rojas[1]

¿Tienen forma las ideas? Las ideas no tienen formas, sin embargo, bien podríamos apelar a la geometría de las ideas para poder gestionarlas, para poder entender y explicar mejor una situación. Podríamos imaginarnos ideas representadas por círculos, por polígonos o cualquier otra forma irregular y lo primero que tendríamos que resolver refiere a los límites de la idea que queremos representar, seguramente no nos resultará fácil en muchos casos reconocer límites nítidos y se nos aparecerán probablemente como fronteras borrosas e incluso muchas veces porosas. No obstante, bien vale el esfuerzo de apelar a la geometría de las ideas para mejorar nuestra comprensión del mundo.

Pongamos como ejemplo la discusión de la interculturalidad y vamos a representar la cultura del actor A como un círculo y la cultura del actor B como otro círculo. Así rápidamente podríamos diferenciar diversos aspectos tales como el tamaño relativo de cada círculo, la distancia que existe entre los círculos, los traslapes y las intersecciones, las uniones, las inclusiones, entre otras muchas posibilidades. Podemos apreciar rápidamente que en cada caso podemos encontrar múltiples expresiones de aculturación que lo podemos visualizar con relativa facilidad.

Siguiendo el mismo ejemplo de la interculturalidad podríamos visualizar cuando el actor B siente, percibe, entiende y explica el mundo únicamente desde su propia cultura y por lo tanto siente y actúa como si el centro del universo fuera él (o ella). Desde esta perspectiva todo lo demás no existe o no se valora. Lo mismo puede pasar con el actor A empieza a hacer girar al mundo a partir de su propio marco de entendimiento. De esta manera cada actor se mueve en una especie de sistema planetario propio en un universo de ideas. Vemos entonces que bajo este esquema no hay entendimiento, respeto, capacidad de escucha y menos voluntad de movilizar actitudes porque cada uno cae en un fundamentalismo estéril en el que todo el mundo se cree mejor que el otro.

En el caso anterior la premisa que activa todas las situaciones mostradas radica en que cada persona está tratando de imponer (o cree que es la única posibilidad) su propio marco de ideas. Si cambiamos de perspectiva y no nos concentramos en las personas sino en la coherencia, la consistencia, la sustentabilidad, los principios universales, la sensatez entonces la situación cambia. No se trata de hacer girar el mundo en torno a las personas (o grupos o instituciones) sino de hacer girar el mundo en torno a la sensatez, a lo que es bueno simultáneamente para uno, para con los demás y bueno para la naturaleza. Este reacomodo de las ideas nos pone en mejor predisposición para entrar en el diálogo y la interacción con un espíritu amplio e integrador.

No nos quedemos en las formas y en los planos de las ideas, démosle ahora dimensiones y simulemos que las ideas son como la masa del panadero para hace panes. Vista así las ideas, entonces podemos manipularlas con toda facilidad. Podemos agarrar la masa, que representan las ideas, y podemos estirarla, engrosarla, separarlas, fragmentarlas, volver a unirlas, ensayar múltiples formas hasta donde la imaginación sugiera. Así mismo, podemos agarrar otras masas que representan otras ideas y obtener múltiples mezclas e incluso combinaciones. Esta ilustración es muy gráfica y nos permite entender que las ideas pueden ser gestionadas efectivamente. Desde esta perspectiva la inmaterialidad de las ideas dejan de tener sentido porque podemos “tocarlas”, o mejor dicho, podemos gestionarlas.

Entender y practicar la gestión de las ideas no sólo es un ejercicio de creatividad sino que tiene que ver con los esfuerzos necesarios para aprovechar de mejor manera el capital cultural personal y social. Cuántos fundamentalismos y centrismos reducen la posibilidad de explorar nuevas posibilidades y dimensiones y caemos en tantas trampas: la trampa del libro, la trampa del experto, la trampa de la costumbre, la trampa del status quo, entre otras. Este no es un ensimismamiento gratuito o inocente, surge del temor a lo diferente, del temor de no ser parte de las mayorías que comulgan y actúan bajo el pensamiento único; surge también de la pretensión de que mi sistema de ideas y valores es mejor que la de los otros.

La diversidad es un valor y no un problema, el reto es gestionar la diversidad a favor de la sustentabilidad o el buen vivir. La diversidad es energía potencial por lo tanto gestionarla es un imperativo de sustentabilidad. De ahí que la geometría de las ideas es una provocación para conjugar las múltiples posibilidades del pensamiento sistémico, el pensamiento circular, el pensamiento convergente y el pensamiento divergente. Las ideas no se ubican únicamente en las dimensiones planas de nuestro cuaderno, papelote o pantalla del ordenador; las ideas se inscriben en un complejo modelo de espiral de espirales y por tanto con múltiples posibilidades. Hagamos de la explosión de ideas un ejercicio de contribución a la sustentabilidad.



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