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Propaganda y medios de comunicación

Estamos acostumbrados a entender la propaganda como un concepto, no sólo asimilado a la publicidad comercial, sino también propio de la comunicación política, pero tendemos a infravalorar su alcance al considerarla poco más que una técnica promocional cuando, en realidad, se trata de un fuerte mecanismo de control social.

En las democracias actuales se siguen empleando las técnicas de propaganda política diseñadas por Goebbels durante la Alemania Nazi. No es de extrañar, por otra parte, teniendo en cuenta el efecto que aquellas tuvieron sobre la población alemana a la hora de dirigir y controlar las opiniones e ideas de los destinatarios de aquellas.

Es cierto que no era una técnica nueva, si bien podemos considerar que en aquél momento se trataba de un mecanismo aún por desarrollar plenamente, puesto que hasta la I Guerra Mundial no se habían puesto en práctica métodos de propaganda masiva tomando elementos de las técnicas comerciales y publicitarias y aprovechando el sensacionalismo de éstas.



Hemos de tener en cuenta cómo se produce el proceso de formación de la opinión pública, que, simplificando excesivamente, podemos entender como un proceso unidireccional que se produce en dos tiempos en el que los líderes de opinión actúan como intermediarios o enlaces entre quien produce una determinada información destinada a influir en la sociedad y quienes siguen a dichos líderes. Numerosas teorías sobre el proceso comunicativo como la formulada por Noelle-Neumann, conocida como “la espiral del silencio”, han incidido sobre los procesos sociales que tienden a silenciar las opiniones minoritarias o disidentes en beneficio de la corriente de opinión mayoritaria.

Situándonos en las democracias occidentales actuales, nos encontramos con un creciente posicionamiento de los medios de comunicación social en torno a las tesis defendidas por un determinado partido político de manera que, independientemente de las motivaciones de unos y otros, ya sean de tipo económico o de otro orden, se hace patente el empleo de técnicas propagandísticas en detrimento de la objetividad informativa con el objetivo de dirigir y controlar el pensamiento de un grupo social lo más amplio posible.

Se presionan las emociones y deseos del destinatario del mensaje, tensando la cuerda lo máximo posible tratando de evitar su ruptura, puesto que no estamos dispuestos a asimilar un mensaje excesivamente rompedor con las ideas que hemos asimilado con anterioridad, inyectando con sumo cuidado una pequeña dosis apenas perceptible con el objetivo de dirigirnos hacia un determinado posicionamiento ideológico. Se trata de aprovechar actitudes e ideas ya asimiladas por la sociedad para facilitar su condicionamiento y dirigirla en una determinada dirección.

En épocas de crisis (personal, social, económica…) tendemos a buscar una salida forzada a nuestra situación, corriendo el riesgo de hacernos más permeables a la influencia de la propaganda, la cual, mediante la creación y empleo de una serie de leyendas de las cuales nos hace partícipes una vez las hemos aceptado como ciertas, consigue acrecentar nuestro miedo, odio o adhesión incondicional al mensaje lanzado.

En el contexto actual, donde casi todo tiene un alcance global, se hace más complicado que nunca identificar las fuentes reales de una determinada información, de manera que nos encontramos indefensos ante los medios de comunicación, que actúan de acuerdo con una serie de intereses que se encuentran cada vez más alejados de la formación de una sociedad responsable y madura, y ejercen su actividad como altavoz de un proyecto encaminado a forzar el pensamiento único y a castigar la disidencia.



http://www.marioconde.org/blog/2009/12/propaganda-y-medios-de-comunicacion/

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