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Conviértete en líder

Hay personas que parecen atraer a los demás desde su mismo nacimiento. La gente tiende a aceptar sus propuestas con entusiasmo, no importa si se trata de decidir a qué se juega en el patio del colegio, qué marca de deportivas está de moda o en qué restaurante nos reuniremos el fin de semana que viene. No siempre son, en apariencia, más guapos, más inteligentes o más adinerados que los demás. Simplemente poseen lo que se llama carisma, una especie de magnetismo invisible que casi parece magia.


Como todas las cualidades innatas, el carisma suele generar una mezcla de admiración y desánimo en los demás. Es fácil pensar “yo nunca seré un líder porque carezco de este magnetismo innato”.


Se trata de una conclusión errónea. Para empezar porque, aunque no todos nacemos con el carisma de un Gandhi, sí podemos potenciar y mejorar la ración que nos ha caído en suerte. No cabe duda de que Obama, por ejemplo, posee cualidades de liderazgo innatas, pero éstas no serían tan visibles ni tan eficaces sin la colaboración de sus asesores de imagen o de sus redactores de discursos.


Por otra parte, el liderazgo carismático es solo una de las formas posibles de liderazgo, y no necesariamente la más eficaz, a menos que el magnetismo vaya acompañado de otras habilidades directivas fundamentales.


¿Qué clase de líder quieres ser?


Hay prácticamente tantos tipos de líderes como directivos, y se han publicado una gran variedad de clasificaciones. Pero en esencia, casi todos los líderes encajan en uno de estos tres perfiles:


Líder autócrata o autoritario: Ejerce un control absoluto sobre todo el trabajo. Toma todas las decisiones, controla personalmente los métodos empleados y los resultados. Un jefe autoritario no siempre es colérico, es posible que trate de motivar constantemente a sus empleados, pero al concederles poca autonomía, la motivación raramente tiene un papel relevante en su gestión. Su poder reside esencialmente en el control, la supervisión y la sensación de seguridad que emana de él.

Lider participativo: También se reserva en exclusiva el derecho a tomar las decisiones importantes y da instrucciones concretas, pero pide la opinión de sus empleados, escucha sus propuestas y las valora. Es importante que tome en cuenta de verdad y sopese con interés lo que sus colaboradores le dicen antes de marcar sus directrices. En caso contrario, estaremos ante un líder autócrata que trata de disimular su carácter autoritario, no ante un verdadero líder participativo.

Líder liberal: señala a su equipo unos objetivos y les concede plena autonomía para alcanzarlos, siempre que se ciñan a unas reglas comunes básicas. Tiene la ventaja de permitir que los colaboradores desarrollen todo su potencial, pero es esencial que mantenga un contacto constante con ellos. En caso contrario, los colaboradores pueden percibir que el líder es distante o no les concede suficiente apoyo.

Habilidades directivas


Además de los conocimientos propios de su puesto y de su sector, hay una serie de competencias clave que todo manager debe adquirir para ser un líder eficaz.


Capacidad estratégica: Un líder ha de saber establecer objetivos y marcar unas directrices generales para alcanzarlos.

Toma de decisiones: Un directivo no puede permitirse el lujo de deshojar la margarita eternamente. Debe informarse bien y arriesgarse a elegir la opción que le parezca mejor. Una vez tomada la decisión, ha de estar atento a las consecuencias, para corregirla si fuera necesario o aprender del error para próximas ocasiones.

Orientación a las personas: Para liderar equipos es preciso saber entenderse con los demás. Comunicarse con eficacia, empatizar con los colaboradores y, sobre todo, detectar y aprovechar los puntos fuertes de cada uno de ellos en beneficio del resultado final.

Creatividad: Los nuevos problemas requieren nuevas soluciones. El pensamiento divergente es clave para abrir mercados, crear nuevos productos o corregir errores con eficacia.

Capacidad de negociación: Ni obstinarse, ni dejarse apabullar. Negociar con éxito requiere inteligencia emocional, objetivos muy claros y una gran dosis de sangre fría.

Planificación y gestión del tiempo: Las tareas de un manager son inacabables. Establecer prioridades y plazos para uno mismo y para su equipo es fundamental para coronar con éxito cualquier proyecto.

Energía y entusiasmo: Ninguno de tus colaboradores se dejará la piel en su trabajo si no lo haces tú. La energía es contagiosa; el desánimo y la inercia, también. Creer en la empresa, en uno mismo y en los proyectos que se están llevando a cabo es fundamental para conseguir un equipo motivado.

Todas estas aptitudes y habilidades pueden adquirirse o potenciarse con ayuda de un buen curso de liderazgo o de unas sesiones de coaching bien dirigidas.



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