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La era digital: un reto para el cristianismo

Hay una cosa que siempre me ha llamado la atención en las diferentes “artes”. Me refiero a la música, la pintura o la escritura. Todas ellas parten de una necesidad vital, son una vocación que mueve a la creatividad por sí misma. Cuando el artista se somete al imperio del mercado, sobrevuela la mediocridad, se banaliza lo más sagrado que tiene la labor creativa, esa unión mística del intelecto con una chispa genial que roza lo divino, aunque el producto no resulte una obra maestra.

La creatividad es un don y la comunicación también. Podemos ser versados eruditos en muchas materias pero si no sabemos hacernos entender, seremos apenas un ratón de biblioteca. Benedicto XVI invita a entrar de lleno en la era digital y a evangelizar los medios. Y esto es muy importante porque ahora estamos asistiendo a la caída de los imperios mediáticos de papel, está naciendo una nueva cultura completamente diferente. La capacidad que tengamos para influir en ella, permitirá que se humanice o por el contrario se convierta en una bestia demoniaca.

Lo estamos comprobando con la lucha titánica de las cadenas televisivas y los periódicos de papel. Ambos han rebajado sus contenidos para hacerse accesibles y ganar cuotas de mercado. Y cuando todo se reduce al mercantilismo, las obras de artesanía se convierten en productos sin alma. No existe la firma del autor. Sucedió algo similar con la desaparición de los artesanos en la Edad Media, sustituidos en la Ilustración por las máquinas que producían a ritmo vertiginoso lo que hasta entonces había sido una tarea artesanal. Siempre está detrás el dinero. Y la cultura necesita mecenas, para no someterse a la esclavitud del consumismo. Porque cuando se generan contenidos de usar y tirar la excelencia desaparece y todo se trivializa.

Sabemos que hay diferentes cuotas de mercado. Y tenemos que respetar la cultura como la capacidad que tiene la raza humana para generar contenidos que elevan el espíritu por encima de la cotidianidad. Gracias a la técnica ahora es más fácil que nunca que los contenidos creativos se expongan con libertad al mercado, sin necesitar de intermediarios. Y qué sucede con la expresión de la fe. Realmente lo estamos viviendo con toda su complejidad. Sucede que se necesita cristianizar la red, la televisión y el cine, como se hizo con la pintura, la música y la escritura.

Internet es un nuevo reto para el cristianismo. Tenemos que generar contenidos que lleven el sello de lo trascendente. Es un envite maravilloso, porque estamos a un paso de poder acceder con el clic del ratón a las obras clásicas de la antigüedad. Podemos entrar en la gran biblioteca universal y además contemplar todas las pinacotecas del mundo. Porque ahora el contenido se genera de manera universal. Y si en el siglo XX la televisión y el cine revolucionaron la sociedad. En el siglo XXI es la era de Internet, no hay vuelta atrás.


Benedicto XVI considera que la Iglesia está llamada a ejercer una «diaconía de la cultura» en el actual «continente digital», «recorriendo sus caminos para anunciar el Evangelio, única Palabra que puede salvar al hombre». Nosotros estamos convocados a influir en el mundo digital. Porque nuestra tarea es sin ninguna duda universal. La oratoria y la escritura, las artes por excelencia de la comunicación se transforman en imágenes y escritos a golpe de ventana. Y exigen nuevos criterios para generar contenidos. La predicación por Internet ya es una realidad. La música se comparte sin límites para pasmo del mercantilismo que quiere cobrar los derechos de autor.

La prensa digital es una muestra de la voracidad con la que algunos aterrizan en la red. Noticias que apenas duran unas horas para ser sustituidas por otras. El peligro es la superficialidad; sin embargo también hay ventajas, muchos más que inconvenientes, siempre que no se convierta en un gran negocio en mano de un pequeño grupo. Porque entonces habríamos entrado de lleno en la sociedad del Gran Hermano. Para evitarlo se imponen principios no sólo humanistas sino precisamente cristianos. Porque son los únicos principios que trascienden lo mercantil.

En Palabras del Santo Padre “la eficacia del anuncio del Evangelio depende en primer lugar de la acción del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y el camino de la humanidad».



http://www.carmenbellver.com/2009/11/la-era-digital-un-reto-para-el.html

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