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Origen de la Creatividad

Por Pablo Cazau

La génesis del pensamiento creativo comprende tres etapas: la repetición, la negación y la
creación. La negación separa, busca despegar lo que tiende a mantener unido la repetición,
y la síntesis creativa vuelve a pegar lo separado, aunque de una manera nueva y original.
Estancarse en la repetición es ritualismo, quedarse en la negación es oposicionismo, y
excederse en el acto creativo es utopismo: son los tres principales obstáculos en el camino
de la creación. La creatividad en la vida cotidiana y en la literatura.

La repetición
En general, se acepta que la mayoría de nuestros comportamientos de la vida cotidiana
están programados y se han transformado en hábitos, lo cual facilita enormemente nuestras
actividades. Tenemos rutinas para todo: para acostarnos, levantarnos, comer, saludar,
manejar, caminar, hablar... y hasta para pensar. Las creencias y los prejuicios son ejemplos
de rutinas de pensamiento: podemos simplificar las cosas si siempre pensamos que los
políticos son unos mentirosos, lo cual nos evita gastar tiempo y energía en averiguar cómo
cada político es en realidad.
En efecto, en general se acepta que el hacer muchas cosas de manera más o menos
mecánica nos permite ahorrar una energía que podríamos reservar para las situaciones
imprevistas, donde estamos obligados a alterar la rutina e introducir innovaciones mediante
otras conductas que nos permitan adaptarnos a la novedad.
Si guardamos todos los días los utensilios de cocina en lugares diferentes, gastaríamos una
gran cantidad de energía no sólo para pensar en qué nuevo lugares poner los cacharros sino
también para recordar dónde los hemos ubicado, con los cual no nos quedarían ni tiempo ni
fuerzas para resolver situaciones imprevistas y ejercer nuestra creatividad.
Desde ya, así como hay rutinas normales y necesarias, también existe la patología de la
rutina, cuya modalidad más espectacular es la neurosis obsesiva. En estos casos, la energía
no está puesta en la innovación sino, al revés, en mantener obsesivamente una rutina
haciéndola rígida hasta límites extremos. El obsesivo está imposibilitado para innovar o
crear, porque consume toda su energía en reiterar y repetir con una fidelidad cada vez más
perfecta, pero también cada vez más inútil. Cierta vez fueron a hacerle un reportaje a Jean
Piaget al lugar donde habitualmente trabajaba, y el periodista le manifestó su asombro por
el descomunal desorden que había en la habitación. "En este aparente desorden puedo
encontrar todo lo que busco. Gastaría más energía ordenando todo esto -se defendió Piagetque
buscando lo que quiero encontrar". Lo que se dice, el anti-obsesivo por excelencia.
La negación
Fuera de la situación patológica descripta, a partir de lo dicho podría concluirse que cuanto
más rutinaria es una persona... más creativa debiera ser, porque su misma actividad
rutinaria le deja una mayor disponibilidad de energía para gastar en la innovación. Esto es
cierto, pero siempre y cuando en la vida de esa persona se produzcan cambios que la
obliguen a innovar.
En efecto, no todas nuestras actitudes mentales y nuestras conductas están signadas por la
repetición rutinaria, y la razón de ello es muy simple: estamos permanentemente expuestos
a CAMBIOS. Algunos de estos cambios no llegan a ser lo suficientemente importantes
como para afectar nuestros hábitos mecánicos: si un vaso se raya ligeramente, seguimos
colocándolo en el mismo lugar automáticamente; si nos mudamos a otro barrio seguimos
saludando a la gente de la misma forma.
Los que nos interesarán aquí son, sin embargo, aquellos cambios lo suficientemente
importantes como para afectar nuestros hábitos: si han comprado una nueva vajilla
deberemos modificar nuestros hábitos, como por ejemplo guardarla en otro lugar, y si nos
hemos mudado a una cultura diferente, deberemos saludar a las demás personas de una
nueva forma.
Estos son ejemplos que cambios externos, acaecidos en el ambiente, pero existen también
los cambios internos, aquellos que se pueden producir por un efecto madurativo, por un
efecto del desarrollo mental o por la influencia terapéutica. Algunos de estos cambios
producirán modificaciones en nuestras rutinas, especialmente cambios a nivel de rutinas
mentales. Por ejemplo en la adolescencia o en el climaterio, los cambios hormonales
cambian nuestras rutinas de pensamiento, y aún nuestra conducta habitual: el adolescente
ahora deberá cambiar el recorrido que hacía siempre cuando venía del colegio... porque ha
de pasar por la delante de la casa de la chica que lo ha impactado.
Si no fuera por los cambios, uno se quedaría cómodamente instalado en la rutina y
disfrutaría de una vida plácidamente organizada. Pero los cambios nos obligan siempre a
innovar, y ya lo decía Bernardino Rivadavia: "Uno trata de copiar, y lo que sale mal es
creación". Estos cambios van a veces acompañados de un sentimiento de contrariedad, y
otras veces de placer y satisfacción, pero, sea como fuere, tales cambios son los que
determinan el pasaje a la segunda etapa del proceso de creación: la negación.
La negación esencial es la negación de lo rutinario, lo reiterativo, lo repetitivo. En su forma
más extrema, la negación puede convertirse en un fin en si misma, quedando imposibilitada
de evolucionar hacia el acto creativo. Es el caso típico del que dice "No se a qué ni porqué,
pero me opongo", una rebeldía sin causa que, si bien típica de la adolescencia, he podido
incluso encontrarla en la universidad aunque atemperada por el sentido del humor.
La sátira es también una forma de negación. Mel Brooks, el desopilante director de "El
joven Frankestein" y "Locuras en el oeste" ha hecho también una película muda... donde se
burla de las películas mudas y de sus escenas repetidas hasta el cansancio. Su oposición a
los viejos esquemas alcanza su punto álgido cuando aparece alguien exclamando un
elocuente "¡No!", un "no" doblemente inesperado, no sólo porque aparece en una película
muda, sino porque además quien lo pronuncia no es otro que el maestro de la comunicación
no verbal: el mimo Marcel Marceau.
La creación
Hemos dicho que las dos etapas que conducen a crear son la repetición y la negación, y
también dijimos que uno puede quedarse detenido en cualquiera de ellas. Es así que los dos
principales obstáculos en el camino hacia el acto creativo son el ritualismo, que nos
empantana en la repetición, y el oposicionismo, que nos aprisiona en la negación.
Superando estos obstáculos, podrá florecer la oportunidad de crear.
Demos algunos ejemplos, comenzando con la creatividad en la vida cotidiana.
Normalmente asociamos la creatividad con el arte. En realidad, todos nosotros somos
creativos porque siempre, en algún momento de nuestra vida diaria estamos oponiéndonos
a una repetición y generando innovaciones, por humildes que estas sean y por
desapercibidas que puedan parecer.
Helman (1) describe en forma breve pero interesante algunos pequeños actos creativos de la
vida cotidiana, que aparecen por ejemplo en los saludos, los lapsus, los chistes, los chismes
y los graffitis. Cuando saludamos en forma Standard, cuando decimos "Hola" estamos
reproduciendo un hábito social, y Helman indica que hasta ahí no observamos nada de
creativo ya que, automáticamente, estamos respondiendo al ritual. Sin embargo, en ciertos
casos podemos romper esta rutina y decir "Hola, como te va... hace tiempo que no te veo,
podemos ir a tomar un café y charlar...". Le hemos dicho "no" al saludo mecánico y hemos
propuesto en su lugar un nuevo saludo, por lo que se trata de un acto creativo, aunque no
tenga la espectacularidad ni la trascendencia de un cuadro de Picasso. Vemos así los tres
momentos que conducen a la creación: partimos de un hábito (repetición), nos oponemos a
él (negación), y en su lugar innovamos (creación).
También el humor. Lo repetitivo puede ser, por ejemplo, una persona que pasea-perros, o
un marido que sale a pasear solo. Digamos ahora "no" a estas situaciones: una persona que
no pasee perros y un marido que no salga a pasear solo. El acto creativo une ambas
negaciones y las sintetiza, las fusiona en un nuevo oficio: la pasea-maridos, una señorita
que en vez de pasear perros pasea maridos aburridos, y que en vez de llevarlos de la correa
los lleva de la... bueno, sigamos con nuestro tema y tomemos los lapsus.
La monotonía de un discurso verbal puede romperse con la aparición de un acto fallido. Se
trata aquí con mayor claridad, de una creación del inconciente. Se ha dicho "no" a la
represión, y en su lugar ha emergido la pulsión que busca una descarga a través de la
equivocación. En el lapsus, en el chisme, en el chiste, en el nuevo saludo, en los graffitis,
en fin, "irrumpe, sorpresivamente, el sujeto psíquico que quiebra la aburrida presencia de lo
previsible", remarca Helman.


Repetir, negar y crear
El acto de negar está en la base de la creación, porque negar es separar lo viejo de lo nuevo,
lo repetitivo de lo innovativo, para que luego la creación pueda unirlos o sintetizarlos de
otra manera.
Tomemos dos ejemplos: el chiste y la creación literaria. En el chiste debe haber un
elemento inesperado, que es el que producirá la sonrisa, pero inesperado no significa que
puede aparecer cualquier cosa: lo inesperado es paradójicamente y de alguna forma
previsible, se basa o considera lo anterior. Si fusionamos pasea-perros y marido que pasea
solo en una imagen donde hay un carnicero que juega con niños, ahí encontramos algo
inesperado, pero no previsible, porque no se ha fusionado lo viejo con algo nuevo: es algo
totalmente nuevo. Y crear no es crear de la nada. Frankestein no creó a su monstruo de la
nada: reunió fragmentos de cuerpos (lo conocido) de una forma novedosa por efecto de la
electricidad, fluido que habitualmente, en el imaginario colectivo, representa la creación.
No por nada decimos que un buen creador o contador de chistes tiene 'chispa'.
Con el acto creativo en la literatura ocurre otro tanto. No es tan fácil crear a este nivel
porque deben conciliarse al mismo tiempo dos condiciones: la credibilidad y la
imprevisibilidad. En el relato, la escena siguiente ha de ser inesperada pero creíble, debe
contener el elemento novedoso pero también el elemento conocido. Mark Twain dijo una
vez que "las novelas tienen que tener en cuenta qué es lo que es posible; la realidad, no".
Esto significa: la creación o la imaginación tienen un límite: los argumentos literarios
deben ser creíbles. Esta credibilidad no es necesariamente veracidad: implica creer algo que
puede ocurrir, no que realmente ocurrió. Algo que puede ocurrir significa algo que es
concebible dentro de nuestra cosmovisión, dentro de lo que ya conocemos.
Por eso toda obra literaria contiene algún elemento de suspenso. Hitchcock partía de una
situación cotidiana, habitual, archiconocida y siempre reiterada, e introducía de a poco el
elemento inesperado a través del suspenso, cuyo atractivo tal vez resida en ser una
reedición del placer preliminar del que hablaba Freud.
Tal vez podamos comprender mejor la idea de que el acto creativo ha de sintetizar lo viejo
con lo nuevo a través de un contraejemplo: el utopismo. Así como el riesgo que corríamos
en la repetición es el ritualismo, y el que corríamos en la negación es el oposicionismo, en
el tercer momento o creación propiamente dicha podemos caer en el utopismo, que
considera exclusivamente la innovación posible sin conexión con lo viejo. Es lo que sucede
con ciertas obras de arte que nadie entiende y a nadie le llega aún cuando fue realizada por
un artista reconocido. Esta situación puede quedar representada mediante la figura II. No se
trata de una creación, sino de una anticipación fuera de lugar (utopía) y aún fuera del
tiempo (ucronismo) precisamente por anticiparse demasiado y quedar desconectada de lo
conocido.



http://www.educacion-virtual.org/files/Origen_de_la_Creatividad.pdf

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