Segunda entrega de reflexiones sobre Los elementos del periodismo, cuyo cuarto capítulo está reservado a una práctica necesaria a la hora de manejar datos e informaciones: la verificación. Precisamente, es ésta una de las características que diferencian al periodismo de otros ámbitos, como el entretenimiento, la publicidad o la ficción literaria: el relato fehaciente de unos hechos, lo que únicamente puede conseguirse a través de técnicas que permitan confirmarlos.
Antes conviene reparar en el auténtico concepto de objetividad. No en la idea habitual (centrada en la figura de un periodista aséptico, desapasionado per se), sino la objetividad como resultado de aplicar un método de aproximación a los hechos, al margen de cualquier sesgo. Consiste, en palabras del intelectual Walter Lippman, en que el profesional mantenga “la claridad de ideas frente a sus prejuicios irracionales, irreflexivos e inconscientes”.
Por tanto, todo periodista debe confiar en una disciplina que le permita obtener y verificar la información antes de publicarla. Como subraya el propio Lippman, con este fin, es competencia de las facultades de periodismo fomentar un mayor “espíritu científico”, aunque sin olvidar la aportación de la propia experiencia. En realidad existen técnicas de verificación muy diversas (los autores del libro comentan algunas), aunque se pueden establecer tres factores comunes a todas ellas:
Se basan en un trabajo sistemático, ordenado y siguiendo ciertos patrones científicos.
Requieren de una actitud escéptica por parte del informador, que nunca dará algo por válido sin haberlo cuestionado y contrastado previamente.
Sólo se entienden en condiciones de transparencia ante los ciudadanos y las fuentes.
Es curioso comprobar cómo el acceso a un gran volumen de información, a través de internet, está mermando la exhaustividad de los periodistas a la hora de corroborar las informaciones que reciben. Al circular en la Red tal cantidad de datos y testimonios de forma acelerada, existe el peligro de que los medios adopten un papel pasivo, como meros receptores sin tiempo ni capacidad para ser críticos.
Y por último, todo lo anterior de nada sirve si no tiene como referencia al lector, oyente, espectador o internauta, por lo que conviene insistir en el último de los puntos anteriores: transparencia. Cuando el periodista revela abiertamente sus fuentes y métodos, está haciendo partícipe al público, que dispone de elementos para juzgar por sí mismo; la sinceridad no sólo es un detalle honesto, sino que en el periodismo (como en la vida) siempre supone una ventaja para todas las partes.
http://produccionumhsergiosoler.wordpress.com/2010/01/04/los-elementos-del-periodismo-ii-verificacion-objetividad-metodo-transparencia/
Antes conviene reparar en el auténtico concepto de objetividad. No en la idea habitual (centrada en la figura de un periodista aséptico, desapasionado per se), sino la objetividad como resultado de aplicar un método de aproximación a los hechos, al margen de cualquier sesgo. Consiste, en palabras del intelectual Walter Lippman, en que el profesional mantenga “la claridad de ideas frente a sus prejuicios irracionales, irreflexivos e inconscientes”.
Por tanto, todo periodista debe confiar en una disciplina que le permita obtener y verificar la información antes de publicarla. Como subraya el propio Lippman, con este fin, es competencia de las facultades de periodismo fomentar un mayor “espíritu científico”, aunque sin olvidar la aportación de la propia experiencia. En realidad existen técnicas de verificación muy diversas (los autores del libro comentan algunas), aunque se pueden establecer tres factores comunes a todas ellas:
Se basan en un trabajo sistemático, ordenado y siguiendo ciertos patrones científicos.
Requieren de una actitud escéptica por parte del informador, que nunca dará algo por válido sin haberlo cuestionado y contrastado previamente.
Sólo se entienden en condiciones de transparencia ante los ciudadanos y las fuentes.
Es curioso comprobar cómo el acceso a un gran volumen de información, a través de internet, está mermando la exhaustividad de los periodistas a la hora de corroborar las informaciones que reciben. Al circular en la Red tal cantidad de datos y testimonios de forma acelerada, existe el peligro de que los medios adopten un papel pasivo, como meros receptores sin tiempo ni capacidad para ser críticos.
Y por último, todo lo anterior de nada sirve si no tiene como referencia al lector, oyente, espectador o internauta, por lo que conviene insistir en el último de los puntos anteriores: transparencia. Cuando el periodista revela abiertamente sus fuentes y métodos, está haciendo partícipe al público, que dispone de elementos para juzgar por sí mismo; la sinceridad no sólo es un detalle honesto, sino que en el periodismo (como en la vida) siempre supone una ventaja para todas las partes.
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1 comentario:
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