viernes

El error lateral

Siempre me gustó ser zurdo. Desde que tengo uso de razón, de hecho.

Y ya sé que no tiene mérito ninguno, que la cosa* te viene así tal cual en el momento de la concepción, pero no puedo dejar de sentir una profunda satisfacción personal por el simple hecho de serlo.



Lo bueno de ser zurdo es ese pequeño vínculo invisible que te une con los de tu condición: cuando se conoce a otro zurdo no se puede evitar esa pequeña sonrisa de complicidad, como un pensamiento compartido y fugaz del estilo "me molas", como una golosina para el ego.
Lo malo de ser zurdo es que tienes que adaptarte para vivir en un mundo de diestros. Cuchillos, tijeras, relojes, bolígrafos, libretas, mesas, escobas, puertas, coches... todo el mundo está construido por diestros y para diestros. Y más allá de todo eso, parece como si existiera un pensamiento diestro, una manera de concebir la realidad mirando sólo la mitad derecha del universo. Y cuando se nace diferente, o te adaptas o mueres.

Dicen que la lateralidad queda fijada a los 5 años. Que esa edad es la perfecta para saber de qué pie cojeamos (literalmente). Todo lo que venga después no sirve para nada.
Dos décadas después vivo atormentado por no saber si realmente soy un zurdo que tuvo que aprender a usar mi mitad derecha el 90% del tiempo, si soy un diestro mal lateralizado (que existen) o si tengo el privilegio de ser ambidiestro. Es una duda que nunca jamás podré resolver (salvo que pague mucho dinero a un señor o señora con bata blanca).

Siempre me gustó ser zurdo. Mi problema ahora es que no sé si alguna vez lo fui.


* ¿Puede existir algo más pefecto que la palabra "cosa"? La complejidad simplificada en cuatro letras.




http://elquintogusto.blogspot.com/2010/02/el-error-lateral.html

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