Algunos innovadores, como Kevin Roberts, de la empresa “Saatchi y Saatchi Ideas Company”, creen que el marketing, tal como se conocía hasta ahora, ha muerto; porque la nueva tecnología, la competencia y la posibilidad de elección del cliente han cambiado las reglas de juego del mercado haciendo que el que compra sea quien decida qué es lo que quiere.
Ya no se puede convencer al cliente con viejas fórmulas tratando de atraer su atención con información, experiencia, o conocimientos sobre tendencias generales, ahora es el momento de captar el interés individual con una economía de atracción.
El cliente deja de ser alguien pasivo que hay que convencer, en alguien activo capaz de decidir.
De esta manera se pasa de una relación con los consumidores centrada en atraer su atención, a una nueva forma de atracción, que exige comprometerse con ellos, conectarse individualmente según sus necesidades e intereses y relacionarse en forma interactiva, haciéndolos participar inspirándose en sus ideas; prestarle atención a sus expresiones más íntimas y rindiéndose solo a lo que ellos quieren.
En una economía centrada en la atracción y no en la atención, las ideas tienen que ser geniales, impensadas y jamás soñadas.
Las ideas son más valiosas que el dinero porque son las que lo producen; y los clientes pueden ser la fuente de ellas.
Se necesitan ideas que tengan la capacidad de cambiar tendencias y de expresar modos de pensar; que sean tan consistentes como para mantenerse en el tiempo, o sea ideas sencillas pero grandes y poderosas que les sirvan a todos.
Ya no existen más los clientes ideales, ahora hay que dirigirse a las personas concretas.
La idea perfecta es la que tiene oportunidad de desarrollarse y difundirse; y las más sensacionales son las más simples, porque se le podrían haber ocurrido a cualquiera pero que sólo se les ocurrió a los afortunados que pensaron antes en ella.
Los caprichos del mercado los dirigen las emociones, no la razón, porque los sueños que alberga cada ser humano nacen en el corazón y los objetos que desean poseen un alto componente afectivo.
Las emociones mueven a actuar en tanto que la razón lleva a reflexionar. Esto es verdad, porque ¿cuántas cosas no habríamos comprado si lo hubiésemos pensado?
Las teorías del marketing ya no tienen efecto en el público real, que es el verdadero cliente, porque el ideal no existe.
Ya no sirve saber lo que piensa la mayoría sino que es necesario conocer qué es lo que piensa cada uno e involucrarse para entenderlo y anticiparse a sus necesidades.
La clave es conectar cosas y personas, deportistas con amantes del deporte, músicos con enamorados de la música y luego estar dispuesto a perder algo; porque lo esencial ahora es compartir experiencias, vincularse y relacionarse.
Actualmente, la pasión, el amor y el respeto es lo que mueve a la acción y genera lealtad a una marca que tiene que volverse irresistible.
La gente quiere ser partícipe de grandes proyectos con poder de atracción, que sean sensuales, íntimos y que tengan algo de misterio, porque lo desconocido despierta curiosidad, la sensualidad crea una pasión y la intimidad hace posible la empatía necesaria para crear un compromiso.
Ya no se trata de implementar técnicas o elaborar estrategias sino de agrupar gente que comparta emociones, ideas y creatividad.
La gente quiere a través de los medios, emociones, ritmo, interactividad y programas en vivo, “realities”, cosas de la vida real.
Ya no es útil trabajar con datos sino que es necesario transformar el punto de venta, que es donde la gente toma las decisiones, en un lugar inspirador.
Las empresas deben ayudar a hacer que el planeta sea un lugar sustentable y reconocer que el poder del consumidor puede cambiar el mundo.
El verde es el color que deben adoptar los negocios.
http://psicologia.laguia2000.com/psicologia-social/el-marketing-ha-muerto
Ya no se puede convencer al cliente con viejas fórmulas tratando de atraer su atención con información, experiencia, o conocimientos sobre tendencias generales, ahora es el momento de captar el interés individual con una economía de atracción.
El cliente deja de ser alguien pasivo que hay que convencer, en alguien activo capaz de decidir.
De esta manera se pasa de una relación con los consumidores centrada en atraer su atención, a una nueva forma de atracción, que exige comprometerse con ellos, conectarse individualmente según sus necesidades e intereses y relacionarse en forma interactiva, haciéndolos participar inspirándose en sus ideas; prestarle atención a sus expresiones más íntimas y rindiéndose solo a lo que ellos quieren.
En una economía centrada en la atracción y no en la atención, las ideas tienen que ser geniales, impensadas y jamás soñadas.
Las ideas son más valiosas que el dinero porque son las que lo producen; y los clientes pueden ser la fuente de ellas.
Se necesitan ideas que tengan la capacidad de cambiar tendencias y de expresar modos de pensar; que sean tan consistentes como para mantenerse en el tiempo, o sea ideas sencillas pero grandes y poderosas que les sirvan a todos.
Ya no existen más los clientes ideales, ahora hay que dirigirse a las personas concretas.
La idea perfecta es la que tiene oportunidad de desarrollarse y difundirse; y las más sensacionales son las más simples, porque se le podrían haber ocurrido a cualquiera pero que sólo se les ocurrió a los afortunados que pensaron antes en ella.
Los caprichos del mercado los dirigen las emociones, no la razón, porque los sueños que alberga cada ser humano nacen en el corazón y los objetos que desean poseen un alto componente afectivo.
Las emociones mueven a actuar en tanto que la razón lleva a reflexionar. Esto es verdad, porque ¿cuántas cosas no habríamos comprado si lo hubiésemos pensado?
Las teorías del marketing ya no tienen efecto en el público real, que es el verdadero cliente, porque el ideal no existe.
Ya no sirve saber lo que piensa la mayoría sino que es necesario conocer qué es lo que piensa cada uno e involucrarse para entenderlo y anticiparse a sus necesidades.
La clave es conectar cosas y personas, deportistas con amantes del deporte, músicos con enamorados de la música y luego estar dispuesto a perder algo; porque lo esencial ahora es compartir experiencias, vincularse y relacionarse.
Actualmente, la pasión, el amor y el respeto es lo que mueve a la acción y genera lealtad a una marca que tiene que volverse irresistible.
La gente quiere ser partícipe de grandes proyectos con poder de atracción, que sean sensuales, íntimos y que tengan algo de misterio, porque lo desconocido despierta curiosidad, la sensualidad crea una pasión y la intimidad hace posible la empatía necesaria para crear un compromiso.
Ya no se trata de implementar técnicas o elaborar estrategias sino de agrupar gente que comparta emociones, ideas y creatividad.
La gente quiere a través de los medios, emociones, ritmo, interactividad y programas en vivo, “realities”, cosas de la vida real.
Ya no es útil trabajar con datos sino que es necesario transformar el punto de venta, que es donde la gente toma las decisiones, en un lugar inspirador.
Las empresas deben ayudar a hacer que el planeta sea un lugar sustentable y reconocer que el poder del consumidor puede cambiar el mundo.
El verde es el color que deben adoptar los negocios.
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