Aunque la mayoría lo ignore, el movimiento que llevó al poder al obispo Fernando Lugo se enmarca dentro del esquema de utilización de las ONGs como brazo de la diplomacia del imperio norteamericano
Aunque la mayoría lo ignore, el movimiento que llevó al poder al obispo Fernando Lugo se enmarca dentro del esquema de utilización de las ONGs como brazo de la diplomacia del imperio norteamericano.
El derrocamiento del presidente georgiano Eduard Chevarnadze, en noviembre de 2003, y la ascensión al poder de Viktor Yuschenko en Ucrania, en diciembre de 2004, consagran, según la mayoría de los politólogos europeos, el triunfo de la sociedad civil democrática en los antiguos satélites soviéticos.
Al oír las loas de la llamada «prensa occidental», parece que no puede uno menos que alegrarse de la forma en que los pueblos sometidos por la antigua URSS toman hoy el destino en sus manos y se unen, es debido, al único bando justo, representado por -no hay más escoger- Occidente, Europa o la OTAN.
Todo ello, gracias al formidable trabajo de terreno y de movilización que hicieron numerosas organizaciones no gubernamentales o extranjeras para convencer a los georgianos, los ucranianos y, quizás mañana, a los bielorrusos, de que es importante hacer valer sus propios derechos.
La realidad es más compleja y seguramente mucho menos idílica. Parece en efecto que, conforme a la línea de las teorías del politólogo estadounidense Gene Sharp, desarrolladas en el seno de la Albert Einstein Institution [1], Estados Unidos elaboró desde el final de la guerra fría una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la utilización de técnicas no violentas.
Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló en la India Mohandas K. Gandhi, Washington trata desde hace alrededor de diez años de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un dispositivo que le garantice el apoyo de la opinión pública internacional.
En el centro de la nueva doctrina, las organizaciones no gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un papel esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob Levich, «las organizaciones no gubernamentales -asociaciones teóricamente independientes y con la reputación de humanitarias, conocidas bajo de la denominación de ONG- están ya abiertamente incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para consolidar su supremacía global» [2].
El hecho de que la mayor parte de las ONG, sobre todo las más importantes, sean financiadas por fondos «privados-públicos» no es nuevo. Hace tiempo que las agencias gubernamentales de ayuda tienen como objetivo subvencionar, por lo menos parcialmente, organizaciones humanitarias especializadas en el desarrollo. Numerosas ONG aceptan igualmente fondos provenientes del Open Society Institute de George Soros aún cuando los lazos de este último con la diplomacia subterránea estadounidense son bien conocidos [3].
Sin embargo, durante muchos años el carácter dudoso de esos financiamientos -que ponen en tela de juicio la definición misma de lo que debe ser una organización no gubernamental- no tenían influencia real en la integridad con la estas realizaban sus actividades. La cantidad de ONG que apoya, por ejemplo, el Open Society Institut excluía la utilización de esa vía para establecer un control sobre los numerosos proyectos en marcha [4].
Sin embargo, las cosas cambiaron desde principios de los años 2000, y el cambio fue deliberado. En el pasado, Estados Unidos acostumbraba a financiar grupos políticos y guerrillas armadas, así como sindicatos[Ver: «¿AFL-CIO o AFL-CIA?», por Paul Labarique, Voltaire, 19 de enero de 2005; «1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire, 19 de enero de 2005.]]. A partir de la llegada de George W. Bush al poder, en enero de 2001, las ONG fueron integradas poco a poco al aparato estadounidense de ingerencia.
La idea se fue imponiendo, primero en algunos think tanks [Centros de investigación, propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político] neoconservadores, luego en el seno de la United States Agency for International Developpment (USAID) [5].
Esta agencia gubernamental estadounidense, dependiente del Departamento de Estado, es el equivalente del ministerio francés de Cooperación. Fundada por John F. Kennedy en 1961, la USAID «apoya el crecimiento económico equitativo y a largo plazo y promueve la política exterior estadounidense apoyando: el crecimiento económico, la agricultura y el comercio, la salud, la democracia, la prevención de conflictos y la ayuda humanitaria».
Para ello, la USAID debe seguir directivas del Departamento de Estado y es financiada por fondos públicos. Su acción en el terreno consiste principalmente en redistribuir esos fondos en los países que Washington desea «ayudar», sobre todo a través de organizaciones no gubernamentales [6].
La llegada al poder de una administración belicista en enero de 2001 no podía dejar de tener consecuencias para un organismo tan ligado a la política exterior estadounidense. Sobre todo si se tiene en cuenta que el director de l’agencia, Andrew S. Natsios, está muy ligado al nuevo equipo de gobierno. Adepto del «conservadurismo compasivo», Natsios fue miembro del equipo que dirigió en 1980 la campaña electoral de George H. W. Bush, quien lo nombró después, en 1988, en el Buró de Ayuda para las Catástrofes en el Extranjero antes de que Natsios se sumara a la asociación caritativa cristiana WorldVision a partir de 1992 [7].
A la par de la Casa Blanca, la USAID modificó por tanto su relación con las ONG para integrarlas progresivamente al aparato de ingerencia articulado alrededor del conjunto NED/CIA. Eso es lo que revela la lectura de un informe publicado por la agencia en enero de 2003, documento en el que nadie reparó en pleno período de preparación de la guerra contra Irak. El informe detalla cómo desea el Departamento de Estado utilizar en lo adelante las organizaciones no gubernamentales.
Bajo el título Ayuda internacional en nombre del interés nacional: Promover la libertad, la seguridad y la oportunidad, el informe nos pone al tanto de las nuevas prioridades de la USAID. La agencia no concebirá ya sus programas con el fin único de aliviar la miseria humana sino que se dedicará más bien a «estimular reformas democráticas» [8].
Ese cambio de política es consecuencia de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional para Estados Unidos publicada por la Casa Blanca en septiembre 2002. La administración Bush afirma en esa estrategia que Estados Unidos necesita garantizar su propia seguridad instaurando regimenes democráticos en los países enemigos.
Esa es la posición que adoptó la USAID al planear que los regímenes «amigos» sean recompensados mediante la atribución de financiamiento para proyectos de desarrollo mientras que les países «hostiles» serán blanco de programas de «reformas» aplicadas por organizaciones no gubernamentales.
Estas últimas, consignan en efecto los autores, dependen cada vez más de sus fuentes de financiamiento y han perdido, por consiguiente, mucho de su independencia: «las ONG trabajaban antes a buena distancia de donantes gubernamentales, pero con el tiempo esa relación se ha hecho más íntima».
Dicho por lo claro, los gobiernos ejercen actualmente mayor control sobre los programas que financian, lo que abre la vía a su utilización como instrumento. Eso es ni más ni menos lo que propone la USAID. Casi sin disimulo, la agencia explica cómo utilizar las ONG para propiciar golpes de Estado: «Es posible aportar una ayuda a los reformadores que permitirán identificar a los ganadores y perdedores más importantes, desarrollar la construcción de coaliciones y de estrategias de movilización y elaborar campañas de relaciones públicas (...) Ese tipo de ayuda puede representar una inversión para el futuro, cuando un cambio político otorgue el verdadero poder a los reformadores» (página 51).
Eso fue precisamente lo que pasó en Georgia en noviembre 2003. Después de haber sido hasta entonces un aliado siempre fiel de Estados Unidos, el presidente Eduard Shervarnadze se vio súbitamente criticado por Washington en cuanto a su «gestión» democrática en el país, cuando emprendió un acercamiento con la Rusia de Vladimir Putin.
Era ese el objetivo de la visita de James Baker III a Georgia, durante el verano de 2003, ocasión en que el ex-secretario de Estado advirtió al presidente georgiano y lo invitó a garantizar la legalidad de las elecciones legislativas. Un discurso que permitió legitimar después la llegada de numerosas organizaciones no gubernamentales con el fin de controlar el escrutinio.
Paralelamente, Washington aplicó al pie de la letra las recomendaciones de la USAID emprendiendo urgentemente el adiestramiento de Mijail Saakachvili como sucesor pro estadounidense. Durante el verano, este jurista, miembro del colegio de abogados de New York y ex-miembro del gobierno georgiano, es invitado a un seminario en Belgrado «para aprender cómo hacer una «revolución de terciopelo» como la de los serbios. El señor Saakachvili recibió instrucciones detalladas que siguió al pie de la letra» [9].
El tal seminario estaba organizado por el Centro para la Resistencia no violenta de Belgrado, ONG subvencionada por el Open Society Institute de George Soros [10]].
Al mismo tiempo, el «filántropo» financia un movimiento de jóvenes opositores -algunos tienen apenas 15 años- para crear en Georgia condiciones con vistas a una sublevación popular. Bajo el nombre de Kmara (¡Basta!), la estructura de esa organización sigue el modelo del movimiento serbio Otpor que había desafiado a Milosevic en Belgrado en el 2000, también gracias a los fondos del Open Society de Soros. Numerosos cuadros de Otpor fueron enviados a Georgia para formar allí a los futuros cuadros de la «revolución no violenta».
El factor desencadenante depende también de organizaciones no gubernamentales. Se trata de poner en tela de juicio la limpieza del proceso electoral durante las elecciones legislativas de noviembre de 2003. Durante estas, los movimientos progubernamentales alcanzan una victoria limitada, seguidas de cerca por la oposición que representan Mijail Saakachvili y Nina Bourdjanadze, la presidenta del parlamento.
Pero no son estos últimos quienes iniciarán las protestas sino un responsable estadounidense, Adam Ereli, vocero del Departamento de Estado. Habla de «fraudes masivos» y de «amplias manipulaciones del conteo de votos». Ereli basa sus argumentos en la diferencia existente entre las cifras que anuncia la comisión electoral georgiana, cerca de tres semanas después del escrutinio del 2 de noviembre, y las de «prestigiosas organizaciones independientes» [11].
En este aspecto, el papel de las ONG es también determinante. Los sondeos estuvieron, efectivamente, a cargo de dos organismos diferentes. El primero, la Fair Elections Society (ISFED), financiado por el British Council y, del lado estadounidense, por la USAID y la NED mediante el National Democratic Institute, la International Foundation for Election Systems (IFES) y el International Republican Institute [12].
El segundo sondeo fue realizado por una sociedad estadounidense especializada en análisis electoral, el Global Strategy Group, con la ayuda de la Open Society Georgia de George Soros, de la Eurasia Foundation (también financiada por la USAID y dirigida por un ex-responsable del Departamento de Estado, Charles William Maynes) y de la cadena de televisión «independiente» Rustavi 2, creada en 1994 gracias al financiamiento de George Soros [13].
Paralelamente, asociaciones georgianas de derechos humanos difunden, mediante su sitio en internet y a través de comunicados, informes alarmantes sobre la represión desatada contra la oposición y la omnipresencia de la corrupción.
Estas afirmaciones, de las que se hacen eco constantemente los medios de difusión de Europa occidental, proceden en realidad de una fuente principal: la ONG Liberty Foundation, financiada por la USAID y que hasta mayo de 2003 había sido dirigida por... Mijail Saakachvili [14].
El dispositivo es tan poderoso que no hay posibilidad de fracaso. A finales de noviembre, Eduard Shevarnadze renuncia al poder. Lo reemplaza la presidenta del parlamento Nina Bourdjanadze, hasta la elección, en enero de 2004, de Mijail Saakachvili a la silla presidencial.
Este último no olvidará a la «sociedad civil» que lo llevó al poder. El presentador estrella de la cadena Rustavi 2, Nika Tabatadze, se convierte en segundo del ministro de Relaciones Exteriores antes de ser nombrado presidente de la cadena en octubre de 2004 [15].
El responsable del Open Society Institute en Georgia, Kakha Lomaia, es nombrado ministro de Educación del gobierno de Saakachvili. Otras personalidades pasan con él de la categoría de «miembros de organizaciones no gubernamentales» al rango de miembros del gobierno.
El mismo guión se repitió al parecer en Ucrania en noviembre y diciembre de 2004 [16]. Allí encontramos de nuevo un movimiento de oposición financiado por George Soros, un candidato de oposición muy favorable a la OTAN, sondeos «a boca de urna» realizados por varias ONG financiadas por la NED/CIA y favorables a la oposición, y una campaña de prensa violentamente rusófoba en el seno de la Unión Europea.
El parlamentario estadounidense Ron E. Paul va aún más lejos. Según él, una de las ONG más activas en Ucrania, el International Center for Policy Studies, es financiada por el gobierno estadounidense mediante la Poland-America-Ukraine Cooperation Initiative (PAUCI), organismo subvencionado por la USAID y administrado por la Freedom House [17].
El mismo Viktor Yushchenko es miembro del consejo administrativo de esta organización fundada por el Open Society Institute. Peor aún, el mismo parlamentario norteamericano Ron E. Paul denuncia una sociedad estadounidense de relaciones públicas, Development Associates Inc. que recibió 100 millones de dólares del gobierno norteamericano, esencialmente para garantizar la cobertura de la «revolución naranja» en Ucrania [18].
Una nueva forma de ingerencia está naciendo. Mediante la utilización de elementos de la «sociedad civil», tiene como método esencial el de sembrar la duda sobre los procesos electorales y organizar importantes campañas de propaganda para denigrar a los dirigentes que Washington decide eliminar.
Además de los dos recientes ejemplos, países como Venezuela, Zimbabwe y Bielorrusia son actualmente blancos de presiones similares, hasta ahora sin éxito. Un proyecto de organizaciones especializadas en la supervisión de elecciones, el European Network of Election Monitoring Organizations (ENEMO), nació en septiembre de 2001.
La enumeración de los asociados -entre otros, la OSCE, el National Democratic Institute y el Open Society Institute- es suficiente para tener una idea de los intereses que defienden. En ese dispositivo, el papel de catalizador corresponde a las ONG. Hace diez años se sospechaba ya que, bajo la cobertura de la acción humanitaria, muchas de ellas realizaban trabajo de inteligencia con vista a la preparación de intervenciones militares.
El mundo vive hoy al ritmo de la CNN. Lo que importa no es la realidad de una revolución o de un golpe de Estado sino la imagen que se da del hecho. Es por eso que ciertas organizaciones no gubernamentales están siendo llamadas hoy no solamente a informar sino a intervenir directamente en el seno de los regimenes, como caballos de Troya.
Aunque la mayoría lo ignore, el movimiento que llevó al poder al obispo Fernando Lugo se enmarca dentro del esquema de utilización de las ONGs como brazo de la diplomacia del imperio norteamericano.
El derrocamiento del presidente georgiano Eduard Chevarnadze, en noviembre de 2003, y la ascensión al poder de Viktor Yuschenko en Ucrania, en diciembre de 2004, consagran, según la mayoría de los politólogos europeos, el triunfo de la sociedad civil democrática en los antiguos satélites soviéticos.
Al oír las loas de la llamada «prensa occidental», parece que no puede uno menos que alegrarse de la forma en que los pueblos sometidos por la antigua URSS toman hoy el destino en sus manos y se unen, es debido, al único bando justo, representado por -no hay más escoger- Occidente, Europa o la OTAN.
Todo ello, gracias al formidable trabajo de terreno y de movilización que hicieron numerosas organizaciones no gubernamentales o extranjeras para convencer a los georgianos, los ucranianos y, quizás mañana, a los bielorrusos, de que es importante hacer valer sus propios derechos.
La realidad es más compleja y seguramente mucho menos idílica. Parece en efecto que, conforme a la línea de las teorías del politólogo estadounidense Gene Sharp, desarrolladas en el seno de la Albert Einstein Institution [1], Estados Unidos elaboró desde el final de la guerra fría una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la utilización de técnicas no violentas.
Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló en la India Mohandas K. Gandhi, Washington trata desde hace alrededor de diez años de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un dispositivo que le garantice el apoyo de la opinión pública internacional.
En el centro de la nueva doctrina, las organizaciones no gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un papel esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob Levich, «las organizaciones no gubernamentales -asociaciones teóricamente independientes y con la reputación de humanitarias, conocidas bajo de la denominación de ONG- están ya abiertamente incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para consolidar su supremacía global» [2].
El hecho de que la mayor parte de las ONG, sobre todo las más importantes, sean financiadas por fondos «privados-públicos» no es nuevo. Hace tiempo que las agencias gubernamentales de ayuda tienen como objetivo subvencionar, por lo menos parcialmente, organizaciones humanitarias especializadas en el desarrollo. Numerosas ONG aceptan igualmente fondos provenientes del Open Society Institute de George Soros aún cuando los lazos de este último con la diplomacia subterránea estadounidense son bien conocidos [3].
Sin embargo, durante muchos años el carácter dudoso de esos financiamientos -que ponen en tela de juicio la definición misma de lo que debe ser una organización no gubernamental- no tenían influencia real en la integridad con la estas realizaban sus actividades. La cantidad de ONG que apoya, por ejemplo, el Open Society Institut excluía la utilización de esa vía para establecer un control sobre los numerosos proyectos en marcha [4].
Sin embargo, las cosas cambiaron desde principios de los años 2000, y el cambio fue deliberado. En el pasado, Estados Unidos acostumbraba a financiar grupos políticos y guerrillas armadas, así como sindicatos[Ver: «¿AFL-CIO o AFL-CIA?», por Paul Labarique, Voltaire, 19 de enero de 2005; «1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire, 19 de enero de 2005.]]. A partir de la llegada de George W. Bush al poder, en enero de 2001, las ONG fueron integradas poco a poco al aparato estadounidense de ingerencia.
La idea se fue imponiendo, primero en algunos think tanks [Centros de investigación, propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político] neoconservadores, luego en el seno de la United States Agency for International Developpment (USAID) [5].
Esta agencia gubernamental estadounidense, dependiente del Departamento de Estado, es el equivalente del ministerio francés de Cooperación. Fundada por John F. Kennedy en 1961, la USAID «apoya el crecimiento económico equitativo y a largo plazo y promueve la política exterior estadounidense apoyando: el crecimiento económico, la agricultura y el comercio, la salud, la democracia, la prevención de conflictos y la ayuda humanitaria».
Para ello, la USAID debe seguir directivas del Departamento de Estado y es financiada por fondos públicos. Su acción en el terreno consiste principalmente en redistribuir esos fondos en los países que Washington desea «ayudar», sobre todo a través de organizaciones no gubernamentales [6].
La llegada al poder de una administración belicista en enero de 2001 no podía dejar de tener consecuencias para un organismo tan ligado a la política exterior estadounidense. Sobre todo si se tiene en cuenta que el director de l’agencia, Andrew S. Natsios, está muy ligado al nuevo equipo de gobierno. Adepto del «conservadurismo compasivo», Natsios fue miembro del equipo que dirigió en 1980 la campaña electoral de George H. W. Bush, quien lo nombró después, en 1988, en el Buró de Ayuda para las Catástrofes en el Extranjero antes de que Natsios se sumara a la asociación caritativa cristiana WorldVision a partir de 1992 [7].
A la par de la Casa Blanca, la USAID modificó por tanto su relación con las ONG para integrarlas progresivamente al aparato de ingerencia articulado alrededor del conjunto NED/CIA. Eso es lo que revela la lectura de un informe publicado por la agencia en enero de 2003, documento en el que nadie reparó en pleno período de preparación de la guerra contra Irak. El informe detalla cómo desea el Departamento de Estado utilizar en lo adelante las organizaciones no gubernamentales.
Bajo el título Ayuda internacional en nombre del interés nacional: Promover la libertad, la seguridad y la oportunidad, el informe nos pone al tanto de las nuevas prioridades de la USAID. La agencia no concebirá ya sus programas con el fin único de aliviar la miseria humana sino que se dedicará más bien a «estimular reformas democráticas» [8].
Ese cambio de política es consecuencia de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional para Estados Unidos publicada por la Casa Blanca en septiembre 2002. La administración Bush afirma en esa estrategia que Estados Unidos necesita garantizar su propia seguridad instaurando regimenes democráticos en los países enemigos.
Esa es la posición que adoptó la USAID al planear que los regímenes «amigos» sean recompensados mediante la atribución de financiamiento para proyectos de desarrollo mientras que les países «hostiles» serán blanco de programas de «reformas» aplicadas por organizaciones no gubernamentales.
Estas últimas, consignan en efecto los autores, dependen cada vez más de sus fuentes de financiamiento y han perdido, por consiguiente, mucho de su independencia: «las ONG trabajaban antes a buena distancia de donantes gubernamentales, pero con el tiempo esa relación se ha hecho más íntima».
Dicho por lo claro, los gobiernos ejercen actualmente mayor control sobre los programas que financian, lo que abre la vía a su utilización como instrumento. Eso es ni más ni menos lo que propone la USAID. Casi sin disimulo, la agencia explica cómo utilizar las ONG para propiciar golpes de Estado: «Es posible aportar una ayuda a los reformadores que permitirán identificar a los ganadores y perdedores más importantes, desarrollar la construcción de coaliciones y de estrategias de movilización y elaborar campañas de relaciones públicas (...) Ese tipo de ayuda puede representar una inversión para el futuro, cuando un cambio político otorgue el verdadero poder a los reformadores» (página 51).
Eso fue precisamente lo que pasó en Georgia en noviembre 2003. Después de haber sido hasta entonces un aliado siempre fiel de Estados Unidos, el presidente Eduard Shervarnadze se vio súbitamente criticado por Washington en cuanto a su «gestión» democrática en el país, cuando emprendió un acercamiento con la Rusia de Vladimir Putin.
Era ese el objetivo de la visita de James Baker III a Georgia, durante el verano de 2003, ocasión en que el ex-secretario de Estado advirtió al presidente georgiano y lo invitó a garantizar la legalidad de las elecciones legislativas. Un discurso que permitió legitimar después la llegada de numerosas organizaciones no gubernamentales con el fin de controlar el escrutinio.
Paralelamente, Washington aplicó al pie de la letra las recomendaciones de la USAID emprendiendo urgentemente el adiestramiento de Mijail Saakachvili como sucesor pro estadounidense. Durante el verano, este jurista, miembro del colegio de abogados de New York y ex-miembro del gobierno georgiano, es invitado a un seminario en Belgrado «para aprender cómo hacer una «revolución de terciopelo» como la de los serbios. El señor Saakachvili recibió instrucciones detalladas que siguió al pie de la letra» [9].
El tal seminario estaba organizado por el Centro para la Resistencia no violenta de Belgrado, ONG subvencionada por el Open Society Institute de George Soros [10]].
Al mismo tiempo, el «filántropo» financia un movimiento de jóvenes opositores -algunos tienen apenas 15 años- para crear en Georgia condiciones con vistas a una sublevación popular. Bajo el nombre de Kmara (¡Basta!), la estructura de esa organización sigue el modelo del movimiento serbio Otpor que había desafiado a Milosevic en Belgrado en el 2000, también gracias a los fondos del Open Society de Soros. Numerosos cuadros de Otpor fueron enviados a Georgia para formar allí a los futuros cuadros de la «revolución no violenta».
El factor desencadenante depende también de organizaciones no gubernamentales. Se trata de poner en tela de juicio la limpieza del proceso electoral durante las elecciones legislativas de noviembre de 2003. Durante estas, los movimientos progubernamentales alcanzan una victoria limitada, seguidas de cerca por la oposición que representan Mijail Saakachvili y Nina Bourdjanadze, la presidenta del parlamento.
Pero no son estos últimos quienes iniciarán las protestas sino un responsable estadounidense, Adam Ereli, vocero del Departamento de Estado. Habla de «fraudes masivos» y de «amplias manipulaciones del conteo de votos». Ereli basa sus argumentos en la diferencia existente entre las cifras que anuncia la comisión electoral georgiana, cerca de tres semanas después del escrutinio del 2 de noviembre, y las de «prestigiosas organizaciones independientes» [11].
En este aspecto, el papel de las ONG es también determinante. Los sondeos estuvieron, efectivamente, a cargo de dos organismos diferentes. El primero, la Fair Elections Society (ISFED), financiado por el British Council y, del lado estadounidense, por la USAID y la NED mediante el National Democratic Institute, la International Foundation for Election Systems (IFES) y el International Republican Institute [12].
El segundo sondeo fue realizado por una sociedad estadounidense especializada en análisis electoral, el Global Strategy Group, con la ayuda de la Open Society Georgia de George Soros, de la Eurasia Foundation (también financiada por la USAID y dirigida por un ex-responsable del Departamento de Estado, Charles William Maynes) y de la cadena de televisión «independiente» Rustavi 2, creada en 1994 gracias al financiamiento de George Soros [13].
Paralelamente, asociaciones georgianas de derechos humanos difunden, mediante su sitio en internet y a través de comunicados, informes alarmantes sobre la represión desatada contra la oposición y la omnipresencia de la corrupción.
Estas afirmaciones, de las que se hacen eco constantemente los medios de difusión de Europa occidental, proceden en realidad de una fuente principal: la ONG Liberty Foundation, financiada por la USAID y que hasta mayo de 2003 había sido dirigida por... Mijail Saakachvili [14].
El dispositivo es tan poderoso que no hay posibilidad de fracaso. A finales de noviembre, Eduard Shevarnadze renuncia al poder. Lo reemplaza la presidenta del parlamento Nina Bourdjanadze, hasta la elección, en enero de 2004, de Mijail Saakachvili a la silla presidencial.
Este último no olvidará a la «sociedad civil» que lo llevó al poder. El presentador estrella de la cadena Rustavi 2, Nika Tabatadze, se convierte en segundo del ministro de Relaciones Exteriores antes de ser nombrado presidente de la cadena en octubre de 2004 [15].
El responsable del Open Society Institute en Georgia, Kakha Lomaia, es nombrado ministro de Educación del gobierno de Saakachvili. Otras personalidades pasan con él de la categoría de «miembros de organizaciones no gubernamentales» al rango de miembros del gobierno.
El mismo guión se repitió al parecer en Ucrania en noviembre y diciembre de 2004 [16]. Allí encontramos de nuevo un movimiento de oposición financiado por George Soros, un candidato de oposición muy favorable a la OTAN, sondeos «a boca de urna» realizados por varias ONG financiadas por la NED/CIA y favorables a la oposición, y una campaña de prensa violentamente rusófoba en el seno de la Unión Europea.
El parlamentario estadounidense Ron E. Paul va aún más lejos. Según él, una de las ONG más activas en Ucrania, el International Center for Policy Studies, es financiada por el gobierno estadounidense mediante la Poland-America-Ukraine Cooperation Initiative (PAUCI), organismo subvencionado por la USAID y administrado por la Freedom House [17].
El mismo Viktor Yushchenko es miembro del consejo administrativo de esta organización fundada por el Open Society Institute. Peor aún, el mismo parlamentario norteamericano Ron E. Paul denuncia una sociedad estadounidense de relaciones públicas, Development Associates Inc. que recibió 100 millones de dólares del gobierno norteamericano, esencialmente para garantizar la cobertura de la «revolución naranja» en Ucrania [18].
Una nueva forma de ingerencia está naciendo. Mediante la utilización de elementos de la «sociedad civil», tiene como método esencial el de sembrar la duda sobre los procesos electorales y organizar importantes campañas de propaganda para denigrar a los dirigentes que Washington decide eliminar.
Además de los dos recientes ejemplos, países como Venezuela, Zimbabwe y Bielorrusia son actualmente blancos de presiones similares, hasta ahora sin éxito. Un proyecto de organizaciones especializadas en la supervisión de elecciones, el European Network of Election Monitoring Organizations (ENEMO), nació en septiembre de 2001.
La enumeración de los asociados -entre otros, la OSCE, el National Democratic Institute y el Open Society Institute- es suficiente para tener una idea de los intereses que defienden. En ese dispositivo, el papel de catalizador corresponde a las ONG. Hace diez años se sospechaba ya que, bajo la cobertura de la acción humanitaria, muchas de ellas realizaban trabajo de inteligencia con vista a la preparación de intervenciones militares.
El mundo vive hoy al ritmo de la CNN. Lo que importa no es la realidad de una revolución o de un golpe de Estado sino la imagen que se da del hecho. Es por eso que ciertas organizaciones no gubernamentales están siendo llamadas hoy no solamente a informar sino a intervenir directamente en el seno de los regimenes, como caballos de Troya.
1 comentario:
POLIZONTE EN LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA
Diga lo que diga la falsa izquierda de las ONGs derechistas financiadas por el imperio, la realidad imposible de ocultar es que el obispo Fernando Lugo ganó las elecciones del 20 de abril con notorio respaldo de la embajada norteamericana ocupada por James Cason, y con el apoyo de la prensa vinculada a la Secta Moon. Su plataforma política la constituyeron grupos de activistas vinculados a ONGs derechistas relacionadas con el NED, IAF, USAID, etc., neoliberales como el sector de Luis Alberto Castiglioni y los partidarios del desaparecido dictador Alfredo Stroessner, todos ellos disidentes del partido colorado que presentó una candidatura que no era del agrado de estos grupos de extrema derecha.
Algunos grupos que se autoproclaman izquierdistas alegaron razones de coyuntura para seguir como furgón de cola la candidatura del obispo. La presencia de ellos constituye parte del libreto de la derecha, que los utiliza para fustigar sobre supuesta infiltración marxista en el gabinete del clérigo, aunque en realidad esté constituído en su totalidad por personeros del neoliberalismo y la embajada norteamericana.
IZQUIERDA GESTADA EN LA EMBAJADA NORTEAMERICANA
La totalidad los integrantes del gabinete del obispo Fernando Lugo provienen del sector de las ONGs financiadas por la embajada norteamericana. Se cuentan entre ellos a Gloria Rubín (referente en Paraguay del NED y la CIA), Camilo Soares (beneficiario de fondos de IAF y NED, favorecido del gobierno de George W. Bush) Rafael Filizzola (signatario de acuerdos con Alvaro Uribe a instancias de la ex operadora del plan Colombia Liliana Ayalde), Karina Rodríguez (de la Casa de la Juventud, que recibió 127 mil dólares de la Inter American Foundation), Liz Torres (referente de las logias de ONGs dependientes de la embajada norteamericana), Esperanza Martínez (del movimiento Tekojojá, financiado por USAID, hoy envuelto en escándalo por corrupción), Canciller Hamed Franco (del Pmas, un movimiento financiado por James Cason), el Vice-canciller Jorge Lara Castro (recibe dólares de la embajada a través de la ONG fantasma Alter Vida), Ministro de Defensa General Bareiro Spaini (hombre de la embajada norteamericana, educado en las escuelas de golpistas de Estados Unidos) o el ministro de Hacienda Dionisio Borda, antiguo responsable de las finanzas de los gobiernos corruptos y agente de la embajada norteamericana y del FMI.
Asimismo, Fernando Lugo ha anunciado que se mantendrá la política de sometimiento al imperio nortemericano en Paraguay, y se desconoce lo tratado por Lugo en New York con referentes de la mafia ítalo-norteamericana como John Tonelli, o con el heredero del imperio petrolero que en la década de 1930 llevó a la matanza a cien mil bolivianos y paraguayos, David Rockefeller. Lo único cierto es que ofició de guía turístico en la gran manzana Conrado Pappalardo, un personaje conocido por haber operado para el Plan Cóndor y haber proveído pasaportes para el asesinato en Washington de Orlando Letelier.
Otros cónclaves nunca aclarados por parte del obispo fueron sus reuniones con James Cason y Roger Noriega, pocos segundos después que Aleida Guevara March, hija del Che Guevara, haya abandonado la misma oficina por la misma puerta por la que entraron estos grandes amigos de Cuba y los hermanos Castro.
No se sabe el motivo de las visitas de Christopher McMuller, subsecretario norteamericano de Asuntos del Hemisferio Occidental, al viceministro de Relaciones Exteriores paraguayo, Jorge Lara Castro, un viejo favorecido de la embajada norteamericana de Asunción.
UNA OPERACION ENCUBIERTA DE LA CIA PERFECTA
Todo el andamiaje de la CIA y sus extensiones y derivados, como USAID, la National Endowment for Democracy y la prensa adicta al imperio, se jugó por el obispo Fernando Lugo el 20 de abril.
En Paraguay, llamó la atención que las ONGs recibieran fuertes donaciones a partir de la llegada al país del embajador James Cason, un conocido desestabilizador apadrinado por Otto Reich. El objetivo de la operación encubierta era sufragar la alternancia en el poder, ubicando al obispo Fernando Lugo en la presidencia de Paraguay.
Entre las numerosas organizaciones beneficiarias de estos dólares distribuidos por la administración de George W. Bush que apoyaron a la campaña del obispo, sobresalieron Gestión Local y la Casa de la Juventud, que financiaron con fondos de USAID e IAF a los movimientos Tekojoja y Pmas, como en Nicaragua la NED y otros organismos alternativos de la CIA propiciaron la elección de Violeta Chamorro en 1989.
Las organizaciones no gubernamentales y voluntarias –lo que hoy conocemos por sociedad civil— son conocidas como una extensión de las políticas neoliberales de EE UU en todo el mundo.
La CIA y la US Agency for International Development (USAID ó AID) tienen un protagonismo central en el esquema de promover las ideas y hechos políticos favorables al imperio, y a ellas se añadió un nuevo organismo, creado en 1983, bautizado como The National Endowment for Democracy (NED).
En Paraguay, la NED ejerce un control total sobre la prensa mediática, a la que presenta listas indicando cuáles son los referentes políticos que puede promocionar. Son los principales referentes de la NED los propietarios de ABC color y radio Ñandutí, Aldo Zucolillo y Humberto Rubín, dueños de gran parte de lo que en el país se puede decir. En Brasil, a comienzos de los 60, se utilizaron idénticas operaciones de la CIA junto a las de la sociedad civil opuesta al gobierno, con el resultado de provocar el golpe militar de 1964 contra el presidente Joâo Goulart, que dio comienzo a 20 años de una represión política indescriptiblemente brutal.
En fechas más recientes coordinaron un golpe mediático contra el gobierno de Raúl Cubas en Paraguay (marzo de 1999) y aceitaron a la sociedad civil de oposición al gobierno venezolano de Hugo Chávez, donde el papel de organismos gubernamentales estadounidenses, la CIA y otros como la AID y la NED detrás del fallido golpe de estado de abril de 2002 fue evidente.
El embajador norteamericano James Cason, como un flautista de Hamelín dedicado a cantar folklore paraguayo, fue determinante para alinear a todas las ONGs y fundaciones que reciben dólares americanos detrás del clérigo-presidente, sobrino del agente de la CIA Epifanio Méndez (delatado por Agee) y que perpetúa hoy la tradición familiar.
Entre las organizaciones aparecieron incluso grupos de feministas, que se vieron obligadas a impulsar una candidatura de un obispo católico, a pesar del clásico antagonismo con el Vaticano.
Entre estas supuestas organizaciones civiles estuvieron las feministas de convicciones subsidiadas por USAID como las Mujeres Políticas en Red, Parlamento Mujer, Red de Mujeres Políticas, Red de Mujeres Munícipes del Paraguay (RMMP), Coordinadora Interpartidaria de Mujeres del Paraguay (CIMPAR),), Mujeres Políticas por la Democracia y el Desarrollo,etc.
Son sufragadas desde la embajada norteamericana además de las redes de mujeres, Ideco (Roberto Ferreira), el Partido Demócrata Cristiano, Partido Encuentro Nacional, Patria Querida, el grupo de adherentes del Partido Unace que lidera Emma Rolón, la Red de Contralorías ciudadanas del Paraguay, la Contraloría Ciudadana de Ypané, Afosci, CIDSEP, CISNI, Fedem, Transparencia Paraguay, Semillas para la Democracia, radio Los Angeles, Radio Comunitaria de Villa Elisa, Fundación Tierra Nueva y GEAM, todos estos grupos aglutinados en el Grupo impulsor para la Regulación del Financiamiento Político en Paraguay.
La nómina sigue con Sakã (transparencia, en guaraní), integrada por cinco organizaciones no gubernamentales, Gestión Local, vinculada al Moviendo Tekojoja. Los "proyectistas" son Raúl Monte Domecq y Guillermina Kanonnikoff).
Otros grupos paraguayos financiados por extensiones de la CIA son Decidamos, Instituto de Geopolítica y Estudios Internacionales (IPEGEI), Radio CARITAS, Mujeres Por la Democracia, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos Fundación Paraguaya para la Cooperación y Desarrollo, Centro de Estudios Democráticos (CED), Centro de Información y Recursos para el Desarrollo, Instituto de derecho y Economía Ambiental, Centro de Estudios y Formación para el Ecodesarrollo, Asociación de Empresarios, Comité Paraguay-Kansas, Asociación Afro Paraguaya Kamba Cua, Centro Interdisciplinario de Derecho Social y Economía Política, Fundación Arlequín Teatro", Casa de la Juventud – Paraguay, cuna del Pmas de Camilo Soares, Cooperativa La Norteña y la Escuela Agrícola de Carumbey, Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales.
En el marco de la campaña pro-obispo, maletines de George W. Bush ingresaron en forma encubierta en Paraguay, yendo a parar a los bolsillos de los partidarios del obispo de los pobres y teólogo de la liberación, el marxista clérigo-presidente Fernando Lugo.
Por ejemplo, los 45,226.96 dólares que en nombre del Plan Umbral recibió recientemente la guevarista Casa de la Juventud (ONG que recauda para el PMas) de mano de organismos imperialistas bajo control de George W. Bush, supuestamente para enseñar a estudiantes secundarios algo fundamental: "identificar la corrupción" en Paraguay. Se suma el dinero a los 127.000 con que anteriormente les benefició la IAF. Se añaden en el mismo contexto las fuertes sumas que recibe Gestión Local, ONG cuyos responsables son a la vez financistas de Tekojoja, o los 132.700 dólares que en el 2006 recibió la Fundación Arlequín Tetro (refugio de organizadores de manifestaciones contra la actual administración municipal) para objetivos tan relacionados con el arte escénico como "ayudar a adolescentes de centros educativos a identificar, estudiar, discutir y atender las prioridades de la comunidad". Debemos agregar los 116.300 dólares de George W. Bush recibidos en el 2006 por el CIDSEP, los 95.000 dólares recibidos por la Fundación paraguaya para la Cooperación y Desarrollo del ex intendente Martín Burt, los 94.000 depositados a nombre de la ADEC, los 27.500 donados a la CPES de Domingo Rivarola, los 164.404 aportados a la CED, o las importantes donaciones que reciben el CIRD de Agustín Carrizosa para "apoyar a las organizaciones de la sociedad civil", la IDEA de Patricia Abed, o los sensibles ecologistas de Alter Vida como Jorge Lara Castro.
Como puede advertirse, la lista es bastante extensa y garantiza un amplio control sobre la "sociedad civil" paraguaya. No es la victoria electoral del Obispo Fernando Lugo la primera operación exitosa de la NED, USAID y la CIA en Paraguay, que ya actuó en Paraguay con eficacia varias veces. Por ejemplo, cuando en 1989 se derrumbaba la Unión Soviética, y con ella la propaganda con que el dictador Alfredo Stroessner justificaba sus abusos, se aseguró de promover un cambio a la medida de los intereses imperialistas, limpiando expedientes y ubicando en la presidencia a un célebre narcotraficante.
El mismo año el gobierno norteamericano invirtió mil millones de dólares en el triunfo de Violeta Chamorro en Nicaragua, imponiendo así una jefa de estado con los billetes provenientes de la National Endowment for Democracy, un inofensivo organismo llamado a tomar la posta de la CIA desde 1983.
Considerando inminente el fin de Stroessner, el imperio norteamericano se movilizó en ese entonces para impedir que sus adversarios tomen las riendas a su caída, para lo cual se apresuró a ganar para su causa a los disidentes con una muy buena remuneración.
El encargado de distribuír los dólares para "el cambio" fue el Dr. Carl Gershman, presidente de la NED. La Freedom House funcionó como un embudo por donde pasaron los fondos que concedía la NED, y gran parte de ellos fueron a parar a los bolsillos de los comunicadores destacados.
Radio Ñandutí, a través de la Casa de la Libertad, recibió importantes sumas de dinero de la National Endowment for Democracy (NED). Leonard Sussman, agente de la CIA y Director Ejecutivo de la Casa de la Libertad, realizó una visita a Paraguay a fines de 1987, guiado por Humberto Rubín, estableciendo contactos con varias organizaciones que luego recibirían fondos de la NED. El objetivo era "madurar" la idea del cambio.
A partir de entonces, estos organismos promovieron la estructuración de un andamiaje que hoy controla todo lo que en Paraguay se puede decir, paradójicamente con la coartada de que defienden la libertad de expresión.
Un organismo es la Cámara de Anunciantes del Paraguay (CAP), a la que acompaña Cerneco. Reciben con frecuencia los auspicios de USAID. Por ejemplo, el "Foro por la libertad de expresión", organizado por la Cámara de Anunciantes del Paraguay (CAP) y CERNECO en noviembre de 2004, fue auspiciada por la USAID (Agencia Internacional de desarrollo de los Estados Unidos). A este "Foro" asistió el señor Kevin Goldberg, "experto norteamericano en Libertad de Expresión y Derecho a la Información". Otro apéndice de la embajada norteamericana es el Centro de Regulación, Normas y Estudios de la Comunicación (CERNECO), fundado en 1990. Humberto Rubin, vinculado con la Nacional Endowment for Democracy (NED), fue presidente de CERNECO entre 1992-2002.
CERNECO proclama que "Surgió como un medio para canalizar inquietudes, ideales y el espíritu de servicio y progreso de un grupo de personas vinculadas al campo de la comunicación masiva".
Se formó una línea de acción que enfocaba el tema del Código de Ética, que regulaba la conducta de los propios medios de comunicación, de las empresas anunciantes y de las agencias de publicidad. Integraron la comisión pro-Código de Ética: Carlos Jorge Biedermann, Rufo Medina e Ilde Silvero. Rufo Medina e Ilde Silvero son empleados de Aldo Zuccolillo, dueño del diario ABC Color. En cuanto a Carlos Jorge Biedermann, basta con señalar que es yerno del general de la "Operación Cóndor", Guillermo Federico Clebsch, egresado de la Escuela de las Américas, detalle que alcanza para conocer cuál es la tendencia de su "ética"
Otra organización vinculada a este grupo es CONAR: Consejo de Autorregulación Publicitaria de CERNECO, un ente privado cuyo objetivo es la autorregulación de la publicidad, proponiendo a través de sus recomendaciones, que los mensajes publicitarios se encuadren dentro de los principios de la legalidad, honestidad, decencia y veracidad".
Toda esa estructura estuvo al servicio del Obispo Fernando Lugo, en una operación magistralmente coordinada por el desestabilizador estrella de George W. Bush, James Cason, y presentada ante la prensa mediática y los incautos como "un gran triunfo de la izquierda". Lo que se dice una perfecta operación encubierta de la CIA en Paraguay.
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