A sus 42 años, este economista ha publicado tanto ensayos de empresa e innovación como libros de ficción. Entre los primeros destaca Marketing Lateral, escrito junto a Philip Kotler, lo que le convierte en el único español que ha compartido cartel
Bien conocido por su Libro negro del emprendedor, en el que analiza los principales factores de fracaso de los nuevos empresarios, Fernando Trias de Bes amplía su horizonte y se fija en los riesgos que afronta la economía española en conjunto. De hecho, su disección de la crisis le ha valido el Premio de Hoy de Ensayo con El hombre que cambió su casa por un tulipán.
¿Es posible que alguien cambie su casa por una flor?
No solo es posible, sino que ha sucedido. En la primera documentada de la historia, la de los tulipanes de Holanda en 1636, los bulbos de esa flor alcanzaron precios estratosféricos, y la gente llegó a cambiar sus pertenencias por un puñado de ellos.
¿Estamos todos en recesión?
Hay países que más y otros que menos. Algunos siguen creciendo a buenas tasas, pero es evidente que estamos ante una recesión de la que nadie se libra.
¿En qué momento de la crisis nos encontramos?
Hacer predicciones es muy complicado. Mi opinión es que queda bastante tiempo. Me cuesta decir cuándo acabará, pero no creo que antes de cinco años ni más allá de 14. Cuando se habla de signos de recuperación para el segundo semestre de 2010, yo me muestro completamente en desacuerdo.
En su libro, además de analizar las mayores burbujas de la historia, se habla del síndrome del necio y su propagación...
Así es, me refiero a una frase de Machado que decía solo un necio confunde valor y precio, porque hago una constante de todas las grandes burbujas, de esa gran confusión que hay entre asignar unos precios insostenibles a una serie de bienes que no importa si son tulipanes, pisos o acciones de empresas de internet. Al final las burbujas se ceban sobre activos determinados y, a partir de ahí, se produce una fiebre especulativa. El síndrome del necio son 10 actitudes que adoptan los ahorradores y los inversores cautos, que, de repente, empiezan a especular, muchas veces sin saberlo, con sus propios ahorros. Mi intención es preventiva, es decir, que una persona, conociendo los síntomas, pueda diagnosticar si padece el síndrome y prevenirlo.
La enfermedad de la codicia nos ha llevado a un endeudamiento brutal y a una crisis para la que las viejas recetas keynesianas parecen no funcionar...
Es que estamos en unas cotas de endeudamiento que no tienen parangón. Antes teníamos un pequeño salvavidas que se llamaba inflación. Con esta casi deflación, las deudas se quedan ahí y se hacen incluso más grandes, con lo que salir del sobreendeudamiento va a llevar mucho tiempo.
¿Esto era previsible?
Sí, sí lo era. Yo doy un mensaje muy claro: estas cosas se pueden evitar a tiempo. El problema es que las normas son perversas. Porque, ¿quién detiene la locomotora del crecimiento? En la fase de crecimiento de la burbuja nadie puede parar la máquina, porque lo echarían.
Parece que no es muy sano hacer previsiones, y que solo se pueden gestionar las expectativas sin dar fechas...
Efectivamente, además bajo la pregunta de cuándo acabará la crisis, hay otra implícita que es ¿cuándo vamos a volver al modelo anterior?, porque todo el mundo quiere estar como antes. Y mi respuesta es: nunca.
¿En qué dirección hay que reubicar la economía?
La respuesta es muy difícil, porque buscar otros sectores sustitutivos del ladrillo no es cosa de un año o dos. El modelo de construcción ya no va a funcionar. Es lo único que sé.
Con respecto al paro, los expertos dicen que va a ser muy complicado que esos trabajadores vuelvan a lograr empleo...
Complicadísimo. Me puedo equivocar mucho, pero creo que estaremos varios años soportando una destrucción constante de empleo. A lo peor llegamos hasta los cinco, seis o siete millones de parados. Sinceramente, veo muy posible, probable incluso, que terminemos por rozar los seis millones y medio de desempleados.
Bien conocido por su Libro negro del emprendedor, en el que analiza los principales factores de fracaso de los nuevos empresarios, Fernando Trias de Bes amplía su horizonte y se fija en los riesgos que afronta la economía española en conjunto. De hecho, su disección de la crisis le ha valido el Premio de Hoy de Ensayo con El hombre que cambió su casa por un tulipán.
¿Es posible que alguien cambie su casa por una flor?
No solo es posible, sino que ha sucedido. En la primera documentada de la historia, la de los tulipanes de Holanda en 1636, los bulbos de esa flor alcanzaron precios estratosféricos, y la gente llegó a cambiar sus pertenencias por un puñado de ellos.
¿Estamos todos en recesión?
Hay países que más y otros que menos. Algunos siguen creciendo a buenas tasas, pero es evidente que estamos ante una recesión de la que nadie se libra.
¿En qué momento de la crisis nos encontramos?
Hacer predicciones es muy complicado. Mi opinión es que queda bastante tiempo. Me cuesta decir cuándo acabará, pero no creo que antes de cinco años ni más allá de 14. Cuando se habla de signos de recuperación para el segundo semestre de 2010, yo me muestro completamente en desacuerdo.
En su libro, además de analizar las mayores burbujas de la historia, se habla del síndrome del necio y su propagación...
Así es, me refiero a una frase de Machado que decía solo un necio confunde valor y precio, porque hago una constante de todas las grandes burbujas, de esa gran confusión que hay entre asignar unos precios insostenibles a una serie de bienes que no importa si son tulipanes, pisos o acciones de empresas de internet. Al final las burbujas se ceban sobre activos determinados y, a partir de ahí, se produce una fiebre especulativa. El síndrome del necio son 10 actitudes que adoptan los ahorradores y los inversores cautos, que, de repente, empiezan a especular, muchas veces sin saberlo, con sus propios ahorros. Mi intención es preventiva, es decir, que una persona, conociendo los síntomas, pueda diagnosticar si padece el síndrome y prevenirlo.
La enfermedad de la codicia nos ha llevado a un endeudamiento brutal y a una crisis para la que las viejas recetas keynesianas parecen no funcionar...
Es que estamos en unas cotas de endeudamiento que no tienen parangón. Antes teníamos un pequeño salvavidas que se llamaba inflación. Con esta casi deflación, las deudas se quedan ahí y se hacen incluso más grandes, con lo que salir del sobreendeudamiento va a llevar mucho tiempo.
¿Esto era previsible?
Sí, sí lo era. Yo doy un mensaje muy claro: estas cosas se pueden evitar a tiempo. El problema es que las normas son perversas. Porque, ¿quién detiene la locomotora del crecimiento? En la fase de crecimiento de la burbuja nadie puede parar la máquina, porque lo echarían.
Parece que no es muy sano hacer previsiones, y que solo se pueden gestionar las expectativas sin dar fechas...
Efectivamente, además bajo la pregunta de cuándo acabará la crisis, hay otra implícita que es ¿cuándo vamos a volver al modelo anterior?, porque todo el mundo quiere estar como antes. Y mi respuesta es: nunca.
¿En qué dirección hay que reubicar la economía?
La respuesta es muy difícil, porque buscar otros sectores sustitutivos del ladrillo no es cosa de un año o dos. El modelo de construcción ya no va a funcionar. Es lo único que sé.
Con respecto al paro, los expertos dicen que va a ser muy complicado que esos trabajadores vuelvan a lograr empleo...
Complicadísimo. Me puedo equivocar mucho, pero creo que estaremos varios años soportando una destrucción constante de empleo. A lo peor llegamos hasta los cinco, seis o siete millones de parados. Sinceramente, veo muy posible, probable incluso, que terminemos por rozar los seis millones y medio de desempleados.
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