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Zen y empresa

El Zen o budismo Zen es una de las principales corrientes de este pensamiento/religión/filosofía oriental. En un momento en el que el orientalismos tiene una fuerte influencia (que se lo digan a SunTzu o a, por ejemplo) en materia de gestión empresaria quizás conviene darle una vuelta a las aplicaciones de esta escuela budista en materia de gestión empresarial.

En el libro El Zen en la empresa, de Frances Miralles, se recogen una serie de consejos zen para gestión empresarial. A continuación los recojo y comento, ya que, sin duda, Zen y empresa pueden hallar lugares de encuentro:

Trabajar aquí y ahora: estoy de acuerdo en que el pasado puede ser un excesivo consumidor de recursos. Debemos conocerlo y usarlo para gestionar mejor el presente, pero no podemos convertirnos en rehenes del mismo. Algo de ello hay en la parálisis por análisis, en la que pasado (datos a analizar) y futuro (proyecciones de los mismos) nos atrapan sin poder dedicar atención a nuestro día a día.
Ver las crisis como una oportunidad: éste es un clásico. Nada que objetar al mismo, en los momentos de crisis es cuando somos capaces de sacar lo mejor de notros mismos, de apurar al máximo nuestras capacidades. Es lo que tienen que nos lleven al límite. Pero ojo, que si no estamos equilibrados interiormente, si no tenemos unas convicciones éticas fuertes, las crisis, la angustia, la necesidad, es capaz también sacar lo peor de lo peor.
Un buen directivo debe transmitir seguridad: cierto, muy cierto. En un mundo lleno de incertidumbres el directivo debe ser un referente, una brújula, un guía para su equipo. Y si transmite inseguridad, dudas, mala cosa. Otra cosa es que, lógicamente, en su fuero interno pueda tenerlas, pero debe cuidarse muy mucho de mostrar todas y cada una de las misma, pues pueden ser malinterpretadas por el equipo. A este respecto, hay una afirmación jurídica clásica y es que la Ley puede ser justa o injusta, pero lo que jamás debe ser es insegura. Pues un líder lo mismo.
Un líder debe procurar que el trabajo fluya: supongo que esta reflexión tienen mucho que ver con la concepción del mundo, del universo, como un lugar donde se cruzan invisibles canales de energía, donde, por ejemplo, las enfermedades tienen mucho que ver con atascos, con problemas en la distribución de dicha energía por el cuerpo. Y en la empresa ocurre otro tanto, muchas de las patalogías de la empresa se deben a atoramientos que se producen en distintas fases, en distintos procedimientos o departamento y que pueden repercutir en otros a través de mecanismos invisibles. El gestor debe procurar que el flujo de producción y dinero no se detengan, y que el movimiento de los mismos sea armonioso
* Frente a problemas utilizar el sentido común: nada nuevo bajo el solo, ya lo decía Occam, que de entre la multitud de las explicaciones la más sencilla suele ser la correcta. No nos compliquemos la vida ni dejemos que otros lo hagan. Por tanto, ante todo calma. Un consejo, para mantenerla os recomiendo aprender técnicas de respiración, todo un universo nuevo para quien no ha oído hablar de ellas.

Ante la infoxicación, hay que reservar unos minutos al silencio, a la meditación, a encontrarnos con nosotros mismos. Si escuchamos a todo el mundo, también debemos hacerlo con nosotros mismos.
La ética debe estar por encima de todo: otra cuestión es que la ética es algo personal,pero sin duda, si no tenemos un código ético, el que sea, difícilmente tendremos esa seguridad que reclamábamos antes para tomar decisiones.
Hay que centrar los esfuerzos en un solo foco: cuidado con la dispersión. Si bien la diversificación reduce riesgos, el exceso de la misma suele conducir a la nula consecución de logros. varios objetivos si, pero teniendo en cuenta que sean coherentes y complementarios entre si.
Nuestros mayor tesoro como gestores es la confianza y la credibilidad: cierto, quien no las posee está muerto en el mundo empresarial que se avecina. Sera un negociante, un mercachifle o un oportunista, pero poco más.
Ganar es un deporte de equipo: aun reconociendo la importancia del liderazgo, sin el quipo no somos nadie. Podremos ganar batallas solos, pero jamás guerras. Debemos conseguir que el equipo se involucre, y que los objetivos individuales y de grupo se complementen y apoyen.
Conviene entrenar el pensamiento lateral: debemos cuestionarnos nuestras formulas habituales para resolver problemas, y el autor recomienda una suerte de diálogos, que a mi, occidentalista confeso, me recuerdan cierta medida a los socráticos.



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