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Conciencia y disociación

La disociación es uno de esos constructos psicológicos mal comprendidos y peor explicados que acaparan múltiples interpretaciones según quien los emplee. La disociación de la conciencia tiene al menos tres acepciones bien conocidas:

Se trata de un mecanismo conocido desde la antigüedad y que consiste en la capacidad de la mente para mantener separadas partes que deberian estar unidas bien se trate de percepciones, sentimientos, pensamientos o recuerdos. La disociación fue el paradigma exploratorio de los primeros hipnólogos como Moreau de Tours o Bernheim, Charcot y otros demostraron que el mecanismo disociativo podia producirse espontáneamente pero tambien ser inducido por una persona ajena al sujeto mismo con el fin de depositar sugerencias hipnóticas en estado de trance y conseguir además una amnesia disociativa sobre estos mismos contenidos sugestivos. En este sentido la disociación seria un mecanismo implicado en la histeria (y un principio del que se vale la hipnosis), un mecanismo fundamentalmente histérico que seria previo y necesario para poder llevar a cabo una ulterior sintoma conversivó bien espontáneo o inducido. No hay conversion sin disociación, se trataria en este caso de la acepción más estandard de la disociación que seria asi considerada como una patologia en sí misma y que formaria parte de la histeria.
Otra acepción bien conocida de la disociación son los fenómenos o sintomas disociativos que pueden aparecer en otras enfermedades mentales como sucede con frecuencia con la depresión o en las crisis de pánico y no solo en ellas puesto que el estrés, el aislamiento o la deprivación sensorial pueden por si mismos provocar estados disociativos en ausencia de enfermedad mental.
Freud sin embargo pensaba que la disociación estaba provocada por la represión y la instituyó como un mecanismo de defensa psíquico frente a ciertos contenidos rechazados: de lo que se trataria seria de apartar determinadas cargas o catexias emocionales de otras representaciones mentales a fin de hacerlas transitables, lo que se disociaría segun Freud es la parte intolerable de algo que pasaría a mantenerse inconsciente gracias a la represión.
Otra forma bien conocida se refiere al pensamiento dicotómico que opera con la ley del “todo o nada” y con base en el operador booleano “o”.
En este post, no voy a ocuparme de las acepciones anteriormente citadas y me voy a referir a la disociación como un mecanismo universal y preformado, una facilitación de nuestra conciencia que nos permite una amplia gama de recursos mentales como más abajo explicaré y que tiene mucho que ver con lo que Freud llamó la Spaltung original, algo asi como decir que venimos al mundo con unas herramientas mentales que favorecen la escisión de los contenidos de conciencia y que está relacionada con lo que llamamos dualidad.

Y que más tarde Jung sentenció con la conocida frase: “La conciencia es un organo de desintegración: desune lo que anteriormente anduvo unido”.

Para empezar venimos al mundo con dos hemisferios cerebrales y donde cada una de esta mitades procesa o computa la misma información de dos maneras bien distintas. Y para seguir en esta linea el lenguaje está articulado sobre categorias. Nuestro cerebro viene de origen diseñado para dividir el mundo en pares de opuestos: aunque la disociación es el resultado de nuestra manera de conceptualizar el mundo en pares de opuestos, esta funcionalidad no depende sólo del lenguaje o de la conveniencia por salvaguardar lo reprimido sino que pertenece a un orden vinculado al mismo proceso de hominización. Si somos capaces de disociar contenidos de nuestra conciencia es porque somos humanos, si estamos enredados en una permanente dualidad es porque somos humanos y venimos, de origen, pertrechados por un cerebro dual, un sistema nervioso dual, un lenguaje que escinde la realidad en categorias y un mundo exterior donde todo parece fluir desde alguna cosa hacia su contraria: el dia y la noche por ejemplo son categorias opuestas (en este caso cíclicas) y lo son con independencia de que las nombremos, existen y están ahi con independencia de que haya un cerebro dual para categorizarlas.

La disociación sería pues el mecanismo fisiológico normal que tiende a mantener separadas las categorias cognitivas e incluyo en este rango “cognitivo” a toda la linea del pensamiento incluyendo las emociones.

Disociar es privilegiar una parte de la totalidad y desatender u ocultar la otra.

De manera que para entender mejor en qué consiste este mecanismo tenemos que empezar por plantearnos una pregunta ¿cómo se relacionan las partes por el todo? entendiendo que es precisamente esta discontinuidad entre las partes la que sirve de base al mecanismo de la disociación. No podria haber disociación sin la capacidad de fragmentar algo en partes más pequeñas, en trozos. Si existe la disociación es precisamente porque el todo aparece casi siempre de manera efímera, engorrosa o dificil de apresar y por contra nos resulta más fácil entender algo si lo descomponemos en partes mas pequeñas: nuestro cerebro es reduccionista al menos cuando está trabajando en una tarea compleja y más allá de eso nuestro hemisferio izquierdo está especializado precisamente en esta tarea de reducir para entender mejor.

Lo malo que tiene reducir es que descompone el todo en fragmentos y luego tenemos que volver a restituirlos para comprender mejor la gestalt (la totalidad), usualmente no lo descomponemos al azar sino que lo troceamos en dos partes, lo descomponemos en dos trozos que desde el punto de vista lógico son contrarios. La disociación no suele operar con trozos al azar sino que descompone la realidad en dos fragmentos de opuestos, uno de ellos es considerado y el otro desconsiderado por más que anduvieran juntos antes del proceso de despedazamiento.



Jano era un dios romano -sin equivalente griego- que representa perfectamente esta realidad bifronte que es el mundo: una cara mira hacia un lado y la otra hacia el otro, hacia el futuro o hacia el pasado, hacia la autoafirmación o hacia la autotrascendencia.

Fue precisamente Arthur Koestler que escribió un libro precisamente con este titulo “Jano” a fin de reflexionar sobre cómo se relacionan las partes con el todo. Para Koestler dilucidar estas relaciones era lo que superaba el pensamiento dual, escindido o fragmentado que estamos comentando en este post. Propone para ello el concepto de holón que seria cualquier parte de un todo que tiene además la propiedad de ser parte y de ser todo.

Como cualquiera de nosotros: somos individuos y somos tambien partes de algo más, pareja, familia, grupo social, Estado, etc.

El holón es una entidad bifronte, “susceptible de ser caracterizado como todo o como parte segun se las contemple desde abajo o desde arriba. Esta doble posibilidad es lo que Koestler llama principio jánico. Describe Koestler al holón como dos tendencias en oposición, una integradora o trascendente y otra autoafirmadora que tiende a preservar su autonomia individual. Tal y como dice Koestler el concepto de holón:

“Aspira a suministrar el eslabón perdido entre atomismo y holismo”.

En efecto la necesidad de autoafirmarse se opone a la necesidad de integrar el yo a un todo más amplio. Cuando ambas tendencias funcionan como polos a eficacia alternante el equilibrio se mantiene provechosamente.

Cuando no es asi y una necesidad está satisfecha en forma exclusiva y rigida se sigue un desequilibrio que no solo afecta al individuo sino a su grupo social.



El principio jánico de Koestler afirma la necesidad de una polaridad que supere la dicotomía y conduzca al equilibrio dinámico posible y efcaz. Algo muy parecido a lo que sostenia Jung con su “principio de la individuación”, algo que supone superar la tensión de los opuestos y que es tambien muy parecido a ciertos conceptos gnósticos que tenian en Abraxas una deidad que contenia en si mismo la dualidad de la que los dioses monoteistas renegaron ocultándola en principios primordiales bien ocultos.


El ser humano es un ser bipolar que se encuentra frecuente polarizado en dos extremos conceptuales. La bipolaridad además se encuentra en la base de todo malestar y de toda enfermedad mental, no es raro que Eugen Bleuler llamara “esquizofrenia” a una enfermedad que llevaba el penoso nombre de “demencia precoz” desde Kraepelin o que Pierre Janet llamara “psicastenia” a lo que hoy llamamos neurosis obsesiva o TOC. En ambos casos, tanto Bleuler como Janet observaron que habia una debilidad en las asociaciones que se tornaban laxas (carentes de tensión o de fijeza), lo que es lo mismo que decir que ambos autores habian encontrado este mecanismo disociativo -el principio jánico de la mente- en ambas enfermedades si bien en una distinta acepción a la clásica y con distinta intensidad y en según qué contenidos.

¿Como nos arreglamos con la bipolaridad?

En realidad la disociación es la negación o represión de uno de los dos polos de esta polaridad que instituye la realidad y que nuestro cerebro trata como entidades separadas. Una vez establecida la polaridad morbosa o dicotómica podemos hacer dos cosas:

Podemos constituirnos en seres unipolares y abrazar creencias, afectos o tendencias que nieguen la polaridad: por ejemplo cuando enfrentamos la polaridad entre el Bien y el Mal podemos decidir enterrar el Mal en algun lejano lugar impidiendo así el acceso al mismo. Es lo que solemos hacer con nuestras opiniones, casi siempre las mantenemos en contra de las opiniones de otros.
Aunque podemos tambien hacer otra cosa: alternar entre ambos polos fluctuando contínuamente a través de un bucle sin fin. Pero no hay que confundir este bucle repetitivo con la alternancia normal que siempre se mide en términos de la capacidad para asumir roles distintos y frecuentemente antinómicos.
De manera que la disociación no debe verse siempre como el ocultamiento de una parte ante su contraria, sino que muchas veces no existe tal ocultamiento: el individuo fluctúa constantemente de un polo a su contrario algo que podemos observar perfectamente en el trastorno bipolar donde el sujeto oscila entre el polo de la alegria y el de la pena o en la bulimia nerviosa donde la oscilación se produce entre la necesidad y la saciedad o entre el exceso y la privación, algo que podemos seguir en el mito de Poros y Penia y que esta evidenciando una dicotomia pendular donde cada opuesto no puede terminar sino en su contrario por falta de armonización de ambos polos.

Una oscilación que se conoce con el nombre de enantiodromia – de la que hablé en este post- y que evoca la siguiente ley: todo camina hacia su contrario.

O lo que es lo mismo: el destino de los opuestos dicotomicos o disociados -una vez establecidos como tales- en conseguir transformarse el uno en el otro para mantener la disociación entre ambos y negar la totalidad que los incluye.

Lo que nos lleva hacia una pregunta esencial ¿por qué los humanos nos negamos a contemplar el mundo en su dimensión de totalidad y nos empeñamos en habitar un mundo escindido en partes frecuentemente enfrentadas entre sí?

Por razones de seguridad, siempre es mejor creer en algo aunque sea falso o incompleto que la incertidumbre, la falta de certeza o predicibilidad del mundo sin olvidar que una de los objetivos de la disociación en los humanos es eludir la responsabilidad . Al tratar de integrar algo en su contrario surgen dudas y admoniciones, si nos refugiamos en las partes y nos negamos a contemplar el todo es por miedo, por una clasificación moral artificiosa y por una estúpida adherencia a nuestras opiniones que identificamos con nuestra identidad y que Mario Berta ha llamado pensamiento cautivo y que puede resumirse en dos palabras: ontologización y unipolaridad o más comprensivamente “siempre y “solo asi”.

¿Qué hacer para superar este esatdo de cosas?

Siguiendo a Mario Berta plantearé que la forma de superar los opuestos o el pensamiento dicotómico se encuentra simbólicamente en estos cuatro infinitivos que evocan acción y movimiento mental:

Discriminar, significa aceptar la alteridad, aprender a convivir con lo otro y con el otro, tambien con el adversario o el enemigo, con el doble, la sombra o el hereje. El mal no debe ser apartado sino integrado tal y como dice Goethe por boca de Mefistofeles: “Yo soy aquel que pretendiendo hacer el mal acaba siempre haciendo el bien”.
Desafiar-reconocer al otro en su alteridad objetal y fisica es necesaria para crear polaridad y suprimir la tendencia a evitarlo o huir.
Resistir la atracción del opuesto manteniéndose firme dejando de confrontarlo: No se trata de fusionarse o de perderse en el otro sino de mantenerse bien polarizados, es decir manteniendo la tensión de los hilos que logicamente tienden a perder con la rutina su tirantez o tensión.
Estimular la acción del opuesto: cada polo postula, evoca y engendra lo que él mismo no es pero que le sirve de compensación, cada polo crea en el otro lo que él mismo posee.
El objetivo es recuperar la Totalidad, una verdera reintegración y una verdadera revolución. Una revolución de la integración, de la multiplicidad variada: todos los colores deben ser tenidos en cuenta porque al fin y al cabo el arco iris solo fue y sigue siendo un blanco total antes de haber sido refractado.

Bibliografia:

Mario Berta: El Dios vivo: la neurosis epistemológica de nuestro tiempo.

Coleccion Psicoterapia abierta

Montevideo 2007.


1 comentario
Ana di Zacco dijo:
Noviembre 5, 2009 a 10:21 pm

Qué enorme tema y qué tremendamente inspirado…
“venimos al mundo con dos hemisferios cerebrales y donde cada una de esta mitades procesa o computa la misma información de dos maneras bien distintas” ¿No será este el problema de raíz, los dichosos hemisferios? (que se separaron probablemente cuando nos pusimos de pié)
Esto que la vox populi llama “las dos vocecitas” (corazón / cabeza) a la hora de tomar decisiones y las cuales según los expertos tomamos *indefectiblemente* escuchando más a la vocecita de la amígdala que a lo prefrontal, ¿no estará ahí el nudo de fondo, tan sencillo él?
“y un mundo exterior donde todo parece fluir desde alguna cosa hacia su contraria: el dia y la noche” Es el eterno icono yin-yang, con sus colitas estrechándose cada vez más y más hasta que se convierten en su opuesto sin que nos demos cuenta, al igual que no hay un momento concreto de transición entre día y noche. ¿No será –me sigo preguntando- que lo que no soportamos es la brusquedad y que estamos hechos más para las transiciones graduales? ¿quién soportaría beatíficamente que su hijo transitara de bebé a adolescente de la noche al día?
“¿cómo se relacionan las partes por el todo?” Creo que eso es a lo que Krishnamurti llamó fragmentación, la gran trampa de la mente, esa metáfora (según usted) diseñada para construir otras metáforas (qué linda definición)…
“si nos refugiamos en las partes y nos negamos a contemplar el todo es por miedo” Bueno, ¿no es el miedo el que está siempre en el fondo de cualquier sufrimiento o angustia? Siempre hay un miedo de fondo.
Un tema a releer más de una vez, hasta que no elucidemos cuál es el verdadero miedo de fondo en ver el todo por las partes en vez de las partes por el todo.

PS: Dejo como testigo silencioso un fragmento de Las Partículas Elementales (Houellebeck):
«Según la hipótesis de Margenau, la conciencia individual se podía comparar a un campo de probabilidades en un espacio de Fock, definido como suma directa de espacios de Hilbert. En principio, este espacio podía construirse a partir de los acontecimientos electrónicos elementales que tienen lugar en las micrositas sinápticas. Por lo tanto, el comportamiento normal era como una deformación elástica del campo, el acto libre como un desgarramiento
(…)
« Sin embargo, Michel estaba convencido de que era indispensable un nuevo marco conceptual. (…) La conciencia individual aparecía bruscamente, sin motivo aparente, en mitad de las razas animales; no cabía duda de que precedía ampliamente al lenguaje. Con su finalismo inconsciente, los darwinianos hacían hincapié (…) en las hipotéticas ventajas selectivas relacionadas con su aparición, y como de costumbre eso no explicaba nada, era sólo una amable reconstrucción mítica (…) El mundo se había regalado un ojo capaz de contemplarlo, un cerebro capaz de comprenderlo; sí, ¿y qué? Eso no aportaba nada a la comprensión del fenómeno. En lagartos poco especializados como el Lacerta agilis se había podido detectar una conciencia de sí, ausente en los nematodos; seguramente implicaba la presencia de un sistema nervioso central y algo más. Ese algo seguía siendo absolutamente misterioso; no parecía que la aparición de la conciencia pudiera relacionarse con ningún antecedente anatómico, bioquímico o celular; era desalentador.
“¿Qué habría hecho Heisenberg? ¿Qué habría hecho Niels Bohr? Distanciarse, reflexionar; pasear por el campo, escuchar música. Lo nuevo nunca surgía por simple interpolación de lo antiguo; las informaciones se sumaban a las informaciones como puñados de arena (…).
(…)
«(…) Las turbulencias de la marea junto al pilar de un puente son estructuralmente imprevisibles; pero a nadie se le ocurriría calificarlas de libres por esa razón. (…) Las ecuaciones de la teoría del caos no hacían ninguna referencia al entorno físico en que tenían lugar sus manifestaciones; esta ubicuidad les permitía encontrar aplicaciones tanto en hidrodinámica como en genética de poblaciones (…) pero la capacidad de predicción era casi nula. Por el contrario, las ecuaciones de la mecánica cuántica permitían prever el comportamiento de los sistemas microfísicos con una precisión maravillosa; incluso total, si uno renunciaba a cualquier esperanza de retorno a una ontología material. Era cuando menos prematuro, y quizá imposible, establecer un puente matemático entre ambas teorías. Sin embargo, Michel estaba convencido de que la formación de atractores en la red evolutiva de las neuronas y las sinapsis era la clave para explicar las opiniones y las acciones humanas. »

http://pacotraver.wordpress.com/2009/11/05/conciencia-y-disociacion/

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