lunes

Torturas a todo volumen: cuando la música es un arma letal

«I love you, you love me, we're a happy family, with a great big hug and a kiss from me to you won't you say you love me too». ¿Les suena la letra? Quizá no. Corresponde al «hit» más popular del dinosaurio Barney, un simpático bicho cuyas melodías arrasan entre los niños estadounidenses. Pero su éxito no termina ahí. También se trata de la canción más utilizada en la cárcel de Guantánamo como parte de las torturas de condicionamiento mental a las que son sometidos los presos. Dicho de otra forma: su edulcorada cadencia se convierte en un angustioso martilleo cuando los soldados la repiten hasta la saciedad conectada a simples altavoces o a sofisticados aparatos como el «acústico de largo alcance», conocido en logística con el nombre de LRAD (Long Range Aboustic Device) y capaz de proyectar una franja de sonido de hasta 30 pulgadas de ancho a un máximo de 151 decibelios y con un alcance que puede rozar los mil metros, todo gracias a sus 83 centímetros de diámetro y 29 kilogramos de peso. Este baile de cifras no tiene otro cometido que, según la definición de la American Technology Corporation, llamar la atención «en un tono altamente irritante con el objetivo de modificar el comportamiento». Armas «menos» letales Hace unos días, músicos y cantantes estadounidenses se sumaron a las firmas que, amparadas por el Acta de Seguridad Nacional, ha presentado el Archivo de Seguridad Nacional en Washington. El motivo de tal decisión no es otro que exigir al Gobierno la desclasificación de todo lo relacionado con el uso de música en la «guerra contra el terror» iniciada después de los atentados del 11 de septiembre. La noticia no es nueva. Bandas como Pearl Jam, REM y Metallica y solistas como Britney Spears, Eminem y Christina Aguilera, amén del citado dinosaurio Barney, aparecen constantemente en los listados de canciones utilizadas como método de tortura en la modalidad de «armas no letales», término que, por cierto, se pretende cambiar por el de «armas menos letales»; grupo en el que también entrarían los carros lanza-aguas y las bombas lacrimógenas. El propio Thomas Blanton, director del Archivo de Seguridad Nacional, aclara que «tanto los músicos como el público tienen derecho a saber cómo una expresión de la cultura popular se ha transformado en una técnica de interrogatorio colectivo». Sin embargo, la polémica no estriba, al contrario de lo que circula en cientos de blogs, por la capacidad torturadora de una u otra canción. No se trata de si es más insoportable escuchar sin descanso un tema heavy o una balada pop, ni tampoco de que los gustos musicales de cada indviduo influyan en la modificación del umbral de dolor. Desorientación espacial Hablamos de otra cuestión que Suzanne G. Cusick, profesora de la Universidad de Nueva York y experta en el estudio de la música o el sonido como arma, aclara: «En el campo de batalla, el uso de la música como arma se percibe como de menor importancia con respecto a la capacidad que tiene el sonido para afectar la orientación espacial de una persona, su sentido del equilibrio y la coordinación física. Ya que la música se considera algo de menor importancia, la elección del repertorio se delega a la creatividad individual de los soldados». Aunque se habla de excepciones, como el uso de canciones del rapero Eminem en los interrogatorios a musulmanes por el racismo que desprenden sus letras, lo cierto es que la elección de temas como el del dinosaurio Barney o la popular serie infantil «Barrio Sésamo» sólo se debe a la macabra mente de quienes conectan un mp3 o similar a los LRAD o incluso a simples amplificadores domésticos. Los expertos en armamento Neil Davison y Nick Lewer dirigieron en 2006 un proyecto de investigación sobre armas no letales en el que explicaban que los LRAD también se pueden utilizar «para "disparar" explosiones cortas de "intensa energía acústica" con el objetivo de incapacitar al individuo al provocarle una desorientación espacial. Armas similares utilizadas en Gaza por los israelíes producen el efecto de ser golpeado por una pared de aire que es dolorosa para los oídos, llegando a causar incluso el sangrado por la nariz y un fuerte temblor interno». En las torturas dirigidas a presos, al zumbido de la música se suelen sumar otros estímulos, como la ausencia de luz y los cambios bruscos de temperatura, tanto de calor elevado como de intenso frío. Eso que llamamos «memoria sensorial» y que Johann A. Segner estudió por primera vez en 1740. La habilidad del ser humano para retener impresiones de información sensorial después de que el estímulo original haya cesado se da en nuestros cinco sentidos, pero es en el auditivo (memoria ecoica) donde más se ha generalizado su uso con fines intimidatorios. Por otra parte, con ello se cumple el objetivo de evitar marcas visibles de tortura en el individuo, algo que la CIA ha documentado sin obviar que estos métodos logran la desintegración psicológica en muchísimo menos tiempo que a través de acciones como golpear, privar del sueño o negar el alimento. Lo curioso es que, mientras algunos músicos exigen el fin de estas actividades, otros incluso bromean con el tema, como James Hetfield, líder de Metallica, quien reconoció hace tiempo en «The Guardian» que «nosotros hemos torturado durante años con nuestra música a nuestros padres, esposas, amigos, a la gente que queremos... ¿Por qué tendrían que ser diferentes los iraquíes?». Él hace referencia a los terroristas islámicos, pero lo cierto es que la CIA lleva utilizando la tortura musical desde 1962, con ejemplos conocidos como el de una agencia federal estadounidense que, en febrero de 1993, sometió a algunos miembros de la peligrosa secta de David Koresh, en Waco (Texas), a varios días de música a gran volumen para que salieran de su rancho sin oponer resistencia. ¿El resultado? Negativo: no sólo nadie salió de allí, sino que murieron más de 90 personas, entre agentes federales y miembros de la secta. La primera bofetada Alberto Fernández Liria, jefe de Psiquiatría del Hospital Príncipe de Asturias, explica que «no es que se produzca un trastorno específico por el hecho de torturar con música, ya que la principal destrucción viene dada cuando al ser humano se le lesiona la capacidad de ser libre, cuando se rompe la idea de que el hombre es esencialmente bueno en pos de la intención de hacer daño». En este sentido, Fernández Liria alude al escritor Jean Améry, que estuvo preso en Auschwitz y en su obra «Más allá de la culpa y la expiación» reconoce que «en realidad todo se rompe con la primera bofetada». Por eso, según el psiquiatra, «lo auténticamente demoledor es que te minen como ser humano. Por eso, el hombre no se traumatiza igual cuando sufre las secuelas de un fenómeno de la naturaleza que cuando ha sido víctima de una agresión, un bombardeo... Estamos preparados para aceptar que la naturaleza es impresivible, pero no para que un igual nos humille». Sin embargo, no parece que los altos cargos militares estadounidenses planeen dar su brazo a torcer. El mismo teniente coronel Dan Kuehl, especialista en operaciones especiales psicológicas, respondió así en el «Saint Petersburg Times» a la cuestión sobre los protocolos de actuación en Guantánamo: «Está en las Sagradas Escrituras: Josué usó el ruido de sus trompetas para que el miedo invadiera el corazón de los habitantes de Jericó». Un «top ten» ensordecedor Aunque las listas de canciones utilizadas en Guantánamo, son interminables, todas coinciden en ciertos «hits» que van del heavy al pop, el rap y la música infantil. 1. «I love you» (Barney & Friends). 2. «Fuck your God» (Deicide). 3. «Enter Sandman» (Metallica). 4. «Dirty» (Christina Aguilera). 5. «Hell's Bells» (AC/DC). 6. «Sesame Street» (Christopher Cerf). 7. «Born in the USA» (Bruce Springsteen). 8. «Slim Shady» (Eminem). 9. «American Pie» (Don McLean). 10. «One more time» (Britney Spears).


http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/musica-popular/torturas-a-todo-volumen-cuando-la-musica-es-un-arma-letal_nD0cComvR2pAr6rdnAcxm5/

No hay comentarios: