Una y otra vez elijo los temas que me parecen ´urgentes´ (ya sé: es una urgencia sólo imaginada por mí) en detrimento, como suele ocurrir, de los ´importantes´. Hace tiempo que voy dejando de lado uno, que me parece importante, más que por otra cosa porque nadie habla de él: cómo el terrorismo internacional y la civilización occidental han coincidido en hacerle una auténtica putada a nuestro idioma. Con la complicidad de nuestra tendencia a dar por bueno lo que viene del mundo anglosajón.
Lo digo porque la irrupción de Al Qeda (Al Kaida) fue como el pistoletazo de salida de la absurda invención de palabras donde la letra ´Q´ no va seguida de la ´u´. De ese modo, se usurpó la grafía de un sonido que se lograba sin ningún problema con el uso de la ´k´. Las guerras y las fricciones de Medio Oriente nos trajeron después a ´Qatar´. Más tarde, a cuenta de los lugares santos musulmanes, se coló también en el diccionario ´Qom´. Tengo por ahí un diccionario con más de medio siglo de antigüedad en el cual no figura ninguna palabra donde la ´q´ no se cargue de sonido por ir seguida de la ´u´ correspondiente. En otro, mucho más reciente, al que todavía no había ingresado ´Al Qeda´, ya estaban ´Qatar´ y ´Qom´.
Lo curioso del caso es que el ´lenguaje de los móviles´, tan duramente criticado por su potencial homicida para con nuestro idioma, en este caso ha venido a salvar a la ´k´, que no solamente reemplaza a la ´c´ (no tiene la ambigüedad de ésta, que a veces compite con la ´s´ y hasta con la ´z´) sino que se usa como eficaz sucedáneo de una palabra de tres letras –´que´–, ke quizás en el próximo diccionario venga como ´qe´. El contagio de este pequeño sacrilegio –no está con nosotros Lázaro Carreter, para poner las cosas en su sitio– ha llegado incluso a los modelos de los coches, cuya abundancia desespera a los creativos publicitarios encargados de darles título, donde uno adoptó el nombre de ´Qasqai´.
Si alguien me pregunta por qué esta cuestión me parece ´importante´, seguramente me dejará descolocado. Me escudaría en esta sana duda: ¿quién sabe realmente cuando algo es ´importante´, una condición que sólo puede homologarse con una proyección de futuro a largo plazo? A lo mejor esta innovación, que no parece que hayan debatido los guardianes del lustre de nuestro idioma, tiene justamente el único mérito (si es que tiene alguno) de haberse apuntado a la hoy tan promocionada obsesión ´innovadora´, donde lo nuevo se impone por el solo hecho de serlo, al margen de cualquier juicio crítico. Así como se han impuesto –imagino que por razones económicas– los botes de hojalata que se abren hundiendo una pestaña, a riesgo de que las suciedades del exterior se cuelen en el líquido, desplazando a los mucho más sanos en los que la pestaña se arrancaba.
No queremos caer en teorías conspirativas que nos llevarían a imaginar que este ataque al español forma parte de un gran compló(t) para cortarle las alas, puesto que se ha atrevido a expandirse incluso en tierras del Norte americano. Pero es innegable que el inglés avanza sobre las vallas publicitarias y domina ya la mayor parte de los títulos de las películas, que apenas se traducen; igual hay que reconocer que en esta ofensiva tiene un papel protagónico el poder de las multinacionales y que la universalización forzada del inglés –incluso cuando es totalmente innecesaria– viene impuesta por grandes compañías mundializadas y tanto o más cuando tienen su sede central en Japón o en Finlandia que cuando su ´patria´ es Estados Unidos.
Importante o no, la cuestión me corroe interiormente desde hace 10 años, durante los cuales esperé, inútilmente, que acudiera a salvarnos algún ´poder superior´ (como el nuevo consorcio de academias de la lengua).
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2010/02/02/k-idioma-keremosbr/318632.html
Lo digo porque la irrupción de Al Qeda (Al Kaida) fue como el pistoletazo de salida de la absurda invención de palabras donde la letra ´Q´ no va seguida de la ´u´. De ese modo, se usurpó la grafía de un sonido que se lograba sin ningún problema con el uso de la ´k´. Las guerras y las fricciones de Medio Oriente nos trajeron después a ´Qatar´. Más tarde, a cuenta de los lugares santos musulmanes, se coló también en el diccionario ´Qom´. Tengo por ahí un diccionario con más de medio siglo de antigüedad en el cual no figura ninguna palabra donde la ´q´ no se cargue de sonido por ir seguida de la ´u´ correspondiente. En otro, mucho más reciente, al que todavía no había ingresado ´Al Qeda´, ya estaban ´Qatar´ y ´Qom´.
Lo curioso del caso es que el ´lenguaje de los móviles´, tan duramente criticado por su potencial homicida para con nuestro idioma, en este caso ha venido a salvar a la ´k´, que no solamente reemplaza a la ´c´ (no tiene la ambigüedad de ésta, que a veces compite con la ´s´ y hasta con la ´z´) sino que se usa como eficaz sucedáneo de una palabra de tres letras –´que´–, ke quizás en el próximo diccionario venga como ´qe´. El contagio de este pequeño sacrilegio –no está con nosotros Lázaro Carreter, para poner las cosas en su sitio– ha llegado incluso a los modelos de los coches, cuya abundancia desespera a los creativos publicitarios encargados de darles título, donde uno adoptó el nombre de ´Qasqai´.
Si alguien me pregunta por qué esta cuestión me parece ´importante´, seguramente me dejará descolocado. Me escudaría en esta sana duda: ¿quién sabe realmente cuando algo es ´importante´, una condición que sólo puede homologarse con una proyección de futuro a largo plazo? A lo mejor esta innovación, que no parece que hayan debatido los guardianes del lustre de nuestro idioma, tiene justamente el único mérito (si es que tiene alguno) de haberse apuntado a la hoy tan promocionada obsesión ´innovadora´, donde lo nuevo se impone por el solo hecho de serlo, al margen de cualquier juicio crítico. Así como se han impuesto –imagino que por razones económicas– los botes de hojalata que se abren hundiendo una pestaña, a riesgo de que las suciedades del exterior se cuelen en el líquido, desplazando a los mucho más sanos en los que la pestaña se arrancaba.
No queremos caer en teorías conspirativas que nos llevarían a imaginar que este ataque al español forma parte de un gran compló(t) para cortarle las alas, puesto que se ha atrevido a expandirse incluso en tierras del Norte americano. Pero es innegable que el inglés avanza sobre las vallas publicitarias y domina ya la mayor parte de los títulos de las películas, que apenas se traducen; igual hay que reconocer que en esta ofensiva tiene un papel protagónico el poder de las multinacionales y que la universalización forzada del inglés –incluso cuando es totalmente innecesaria– viene impuesta por grandes compañías mundializadas y tanto o más cuando tienen su sede central en Japón o en Finlandia que cuando su ´patria´ es Estados Unidos.
Importante o no, la cuestión me corroe interiormente desde hace 10 años, durante los cuales esperé, inútilmente, que acudiera a salvarnos algún ´poder superior´ (como el nuevo consorcio de academias de la lengua).
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2010/02/02/k-idioma-keremosbr/318632.html
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