Se trata de un mercado ajeno a la crisis, donde los inversionistas compran botellas y esperan a que su marca, el año de la cosecha y la escasez multipliquen su precio en tasas que pueden superar el 1,000%.
Si usted es de los que no duda en degustar un buen vino cuando llega a sus manos, deténgase a pensar que quizás pierda dinero al descorchar esa botella, cuyo valor podría crecer tanto como lo hace el oro. En los últimos años, los grandes vinos se han situado como un producto financiero poco tradicional, pero de los más seguros para invertir. Se trata de un mercado ajeno a la crisis, donde los inversionistas compran botellas y esperan a que su marca, la añada (como se llama al año de la cosecha) y la escasez para encontrarlo multipliquen su precio en tasas que, en los casos más espectaculares, superan el 1.000%.
Así ha ocurrido con el Chateau Lafite 1982, un vino de Burdeos (Francia) cuyo precio original para una caja de 12 botellas era de unos US$ 480 hace tres décadas, pero en la actualidad está tasada en unos US$ 55.000, según comenta a G de Gestión Chris Smith, gerente de inversiones de The Wine Invesment Fund, el fondo de inversión con más trayectoria en el mercado de vinos desde que se estableció hace casi diez años en Inglaterra.
“Este mercado muestra altas rentabilidades constantemente”, afirma Smith. El índice de Liv-ex Fine Wine Investables, que sigue los precios de cerca de 200 vinos provenientes de chuateux de Burdeos considerados los más transables en el mercado, ha crecido 12% anualmente desde 1988, mientras que el índice FTSE 100 de la bolsa británica lo hizo solo en 4,9% en el mismo período. “Posiblemente este sea el mejor momento para invertir en vinos desde principios del 2009, ya que la perspectiva para el 2013 es de un incremento en los precios del 13%, que puede llegar a ser incluso más alto”, pronostica Smith.
Las mayores inversiones se centran en los grandes Burdeos y también en los Borgoña, las dos regiones francesas con algunos de los vinos más selectos, cuya venta se produce en la modalidad de “premier” o a futuro. “El productor vende el vino muchos años antes de que lo elabore”, explica la enóloga peruana Cristina Vallarino. “Es como pagar una vivienda cuando sólo existen los planos. El productor necesita financiarse para obtener un gran vino, que puede demorarse hasta diez años”, detalla.
En ese momento, la botella puede costar entre US$ 45 y US$ 1.500, pero la venta a estos precios no se produce a clientes particulares. “Existe una serie de corredores y tiendas que se encargan de mediar entre comprador y productor, que ya incrementan el precio en un 11%. Sin embargo, en cuatro o cinco años esas botellas costarán una media de US$ 90 más”, detalla Christophe Ricaud, docente francés del Instituto del Vino y del Pisco (IDVIP).
Selección de activos
“Solo los Burdeos pueden considerarse como opción seria de inversión en vinos”, sostiene Smith, de The Wine Investment Fund. Por ello, el experto aconseja centrarse en los 35 mejores ‘chateaux’ que estén entre los cuatro y 25 años de antigüedad, que representaría una apuesta segura y con alto potencial de rentabilidad”. Por el contrario, Smith prefiere evitar los vinos con una producción pequeña, como los Borgoña o los italianos, y aquellos que sean muy jóvenes o muy viejos, puesto que su precio tiende a ser volátil.
No obstante, Ricaud, integrante del IDVIP desde que fue creado hace nueve años por la Universidad San Martín de Porres (USMP), señala que también se puede acceder a una botella de Clos des Lambrays (Borgoña) por US$ 90 para, en cinco o seis años, venderla entre US$ 130 y US$ 260 dólares, dependiendo de la rareza, la añada y la calidad. Mientras tanto, Vallarino resalta que una vía alternativa de inversión sería adquirir otros vinos de calidad media de regiones vitivinícolas consolidadas, como los Gran Reserva de la Rioja y Ribera del Duero. “Su precio puede crecer un 30% o 40% en cinco años”, afirma la enóloga.
Usualmente, quienes persiguen esta opción lo hacen adquiriendo una gran cantidad de botellas, lo que puede conllevar cierto costo. “Si el comprador es un particular, necesita un espacio con temperatura entre siete y 12 grados, seco, oscuro y estable para almacenar las botellas; de lo contrario, no sirve de nada conservar un buen vino”, advierte Vallarino.
Por eso, los fondos como The Wine Investment Fund se encargan de la logística para mantener en buen estado la inversión dentro de un mercado que apenas se ha resentido desde el estallido de la crisis. “Solo entre mediados de 2011 y 2012 hubo una tendencia a la baja que parece haberse frenado a finales del último año”, apunta Smith.
Líquido en liquidez
Smith añade un factor para privilegiar la inversión en vino, al que equipara con el oro como dos de los bienes más seguros en los que invertir hoy en día. “Son activos físicos cuyo valor no puede ser depreciado por los gobiernos ni por las políticas expansivas de los bancos centrales. Por eso, resultan aún más atractivos cuando la inflación es alta”, explica el inversionista.
Al auge de este mercado también ha contribuido la entrada de compradores procedentes de economías emergentes. “China y Panamá, se han unido a países que ya ingresaron en los últimos 25 años como Japón, Rusia y Corea”, dice Smith. En cambio, Sudamérica no está todavía a ese nivel. “En el Perú, por ejemplo, hace pocos años que existe una cultura de consumo de vinos, pero no con el conocimiento suficiente como para invertir en ellos, y aún hay pocas personas dispuestas a comprar una treintena de cajas por valor de US$ 25.000 cada una”, argumenta Ricaud.
Para el experto francés, es solo una cuestión de tiempo que Sudamérica emerja en este mercado y que los aficionados al buen vino prefieran conservar una buena botella como fuente de riqueza antes de pararse a descorcharla y saborear un caldo que, si se preserva, puede ser más valioso que el mismísimo oro.
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