lunes

¿Humo blanco o gas letal?: prohibiciones al tabaco

Más allá de nuestra orientación política, todos podemos estar de acuerdo en que una prohibición que no logra reducir la cantidad de veces que se realiza la actividad prohibida carece de algún elemento esencial de una prohibición. Del mismo modo, más allá de nuestra orientación política, podemos estar en acuerdo en que se requiere una buena razón para coactar la libertad de las personas y que -aun si hubiese una buena razón- no estaríamos dispuestos a reducir una actividad a cualquier costo. ¿Tienen las prohibiciones de publicidad efectos en el consumo? ¿Existe una buena razón para prohibir la publicidad del tabaco o fumar en lugares públicos? ¿Los beneficios de la prohibición superan sus costos?

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[Foto por Adrian Sampson de un letrero en un hotel Hilton: "Sala de no fumadores. Tú querías un lugar para no-fumadores. Esta habitación quería un huésped que no fumara. Es el destino"]
En el caso de la prohibición total de la publicidad del tabaco, dado que su demanda es inelástica (aunque no todas las opiniones coinciden en esto) y su mercado es maduro; los efectos de la publicidad sobre el consumo están en seria duda. Para no contarles yo la película, vean el siguiente cuadro preparado porSaffer y Chaloupka en 2000:
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Si bien los estudios -mayoritariamente- consideran que no hay efecto de la publicidad, hagamos de cuenta que están divididos. Si están dividimos, antes de saltar en un pie porque se haya aprobado una prohibición de publicidad en Perú, ¿no deberíamos hacer un estudio propio acerca de los efectos de la publicidad sobre el consumo?
Prohibición de fumar en lugares públicos
Aun personas que están en contra de la prohibición de publicidad, se sienten obligadas a estar a favor de esta otra prohibición. Entre otras cosas, se cree que esto está justificado por las externalidades [daños] ocasionadas por el tabaco en los no-fumadores y porque la prohibición sería económica y socialmente inocua.
En relación al primer punto, se olvidan del carácter recíproco de las externalidades. El daño del humo lo provoca tanto la persona que fuma, como la persona que está parada a su costado [por ejemplo, cuando decide entrar a un bar donde hay gente fumando]. No existe una razón evidente para preferir a uno sobre el otro [de manera similar al caso del ruido de Calabresi y Melamed], más allá de nuestra opinión subjetiva sobre el valor relativo de los fumadores o no fumadores. Además, se pasa por alto que existe un potencial árbitro de las preferencias sociales, el cual tiene un método para valorar -objetivamente- dichas preferencias: los establecimientos o empresas. Son las empresas las que -a través de las demandas de los consumidores- pueden atender las preferencias tanto de fumadores, como de no-fumadores. Si no existiese prohibición, muchos lugares igual podrían no admitirían fumadores, para salvaguardar a su clientela de no-fumadores [ver: foto de este post, como ejemplo].
No es evidente que esto funcionaría, pero tampoco es evidente que es una mala opción. Un estudio por Shiell y Chapman sugiere que la auto-regulación podría tener efecto en las oficinas, pero no en los lugares de diversión. No pretendo agotar la discusión, solo decir que lo que para todo el mundo parece ser evidente, en realidad no lo es. Es perfectamente posible pensar en un escenario donde la auto-regulación de los establecimientos sea más efectiva y socialmente menos costosa que la regulación estatal. Nuevamente, ¿dónde está el análisis de nuestras autoridades?
El costo del tabaco para el Estado
Cuando son cuestionados por el derecho a elegir de las personas, los defensores de las prohibiciones suelen responder que el consumo de tabaco ocasiona un costo en salud para el Estado. Uno de los mayores expertos en regulación económica del mundo, el director del Ph.D en análisis económico del Derecho en Vanderbilt y ex profesor de regulación económica de Harvard, Kip Viscusi, puso esto a prueba. Él demostró que el tabaco significaba, contrariamente a la creencia "popular", un ahorro para el Estado. Esto porque las personas que fuman pagan más tributos y porque mueren más rápido. Obviamente, le dijeron a Viscusi que era un desalmado por hacer ese cálculo, a lo que él replicó: "son ustedes los que han traído este tipo de análisis de costos sobre la mesa". Él solo hizo el análisis más exacto.
El costo social de las prohibiciones
Cuando se cuestionó ante el TC peruano la prohibición de fumar en lugares públicos, la Clínica de Acciones de Interés Público de la Facultad de Derecho de la PUCP, participó como amicus curiae. Ante el argumento de que la prohibición representaría un alto costo para los establecimientos y que afectaría el empleo, señalaron lo siguiente:
"[Las prohibiciones] [t]ampoco afectan los negocios el establecimiento de lugares públicos cerrados libres de humo de tabaco. No existe lesión a la libertad de empresa, pues importantes estudios realizados en Noruega, Uruguay y EE.UU, demuestran que no hay pérdidas económicas asociadas con estas restricciones, pues en ninguno de los casos en donde se crearon espacios libres de humo de tabaco disminuyeron los ingresos del sector de servicios (específicamente en bares, restaurantes y hotelería), no reduciendo la recaudación de estas empresas".
Lo cierto es que existen abundantes y variados estudios que contradicen esta afirmación. La Clínica de la PUCP no cita ninguno, pese a que está presentando un documento formal ante una autoridad pública en un proceso judicial. Yo estoy haciendo un post para un blog, sin embargo me he tomado el trabajo de citar algunos que contradicen la afirmación de la Clínica [miren el final del post]. Los costos no se miden solo en pérdidas de ingresos y desempleo, sino en efectos no previstos como el incremento de los accidentes de tránsito debido a la complementariedad del tabaco y el alcohol o reducción de ingresos en otras industrias. Además, se debe considerar también el "costo político". Muchas veces son las propias empresas y los intereses de los políticos los que explican las prohibiciones, antes que el interés de los ciudadanos. Un estudio de Jon Nelson demostró que cada vez que se reducía el consumo de tabaco en un país, también aumentaban las prohibiciones [citado en un anterior artículo, aquí]. Nuestra desconfianza general en la política contrasta, así, con nuestra confianza acerca de estas prohibiciones específicas.
Mi intención no es convencer a nadie, no soy ni activista, ni político. Como dice la descripción del blog, mi meta es llevarlos a cuestionar lo obvio. Actualmente, en Perú, parece que regular el consumo de tabaco es -"evidentemente"- algo que debemos hacer. Creo haber demostrado que muchas de las cosas "obvias" para los activistas o el Estado, en realidad no lo son. ¿Es mucho pedir que hagan algún tipo de estudio antes de prohibir?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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