Tazas que cambian de color o brillan en la oscuridad. Todo se hace posible en el Centro de Orientación Gráfica de la ciudad de La Paz.
Bajo un paraguas, Ariel Jiménez, de 27 años, esperaba a que su novia llegue. Llovía aquel 21 de febrero del 2008, cuando Susana Ríos, dos años menor, apareció y juntos se dirigieron hasta un céntrico café paceño para celebrar tres años de novios.
Una rosa roja no fue suficiente para alegrar a la joven, pues ella tenía la esperanza de recibir más bien un anillo de compromiso. A la hora del café, Ariel le pidió a Susana que observara cómo el agua cubría la taza. Conforme se llenaba, el recipiente empezó a cambiar de color de la oscura hasta que surgieron las palabras: “Este es el momento final: ¿Quieres casarte conmigo?”.
La respuesta sí se dejó esperar. Susana, sorprendida por tan inusual forma de pedir matrimonio, rompió a llorar. Y el año pasado, en septiembre, Ariel convirtió a Susana en su esposa. Aquella taza mágica, hoy tiene un lugar especial en su hogar.
La idea de hacer un pedido de mano diferente salió de la tienda del Centro de Orientación Gráfica, donde Ariel llegó por recomendación de un amigo. Ahí, el fundador y director, Benjamín Rodríguez Candia, le presentó esta novedad junto a toda una variedad de productos elaborados con técnicas de la serigrafía. Eligió la taza y no se arrepintió.
Cuando uno atraviesa el umbral del centro de enseñanza se abre un mundo de colores y diseños plasmados en diferentes objetos expuestos en las vitrinas de la tienda. Algunos están a la venta, mientras que los de las instituciones son sólo modelos. Las tazas, platos, poleras, adhesivos y otros productos, ya sea que cambien de color o que lleven estampados simples, son ofertados por Mariela Rodríguez.
Pintando la vida
La serigrafía es el arte de imprimir fotos y diseños sobre cualquier material. Es una técnica directamente relacionada con el área de marketing o publicidad de las empresas e instituciones. “El slogan del centro es: ‘Expresamos el color del alma y el corazón’, porque creemos que no sólo se trata de echar la tinta, sino de plasmar la creatividad innata y espíritu del boliviano; y en los talleres lo que hacemos es despertar esa cualidad, pues ningún compatriota es inútil”, afirma Benjamín Rodríguez, quien de inmediato enseña los trabajos de antiguos alumnos.
En el interior de la infraestructura de dos pisos que alberga al centro de enseñanza, las mesas y sillas dan paso a máquinas artesanales y de última tecnología que disputan el espacio con envases de pintura y computadoras donde alumnos y trabajadores dan rienda suelta a su ingenio.
La casona —ubicada en la zona de San Pedro, a pocos pasos de la plaza principal— es visitada a diario por decenas de personas que buscan las novedades que se lanzan a la par que en otros países. “Tenemos a una persona conectada a internet 12 horas diarias para tenernos al tanto de lo último en el área. También hacemos compras en el exterior del material necesario para hacer nuestro trabajo”, indica el fundador del centro de enseñanza.
Los clientes y alumnos acceden de primera mano a lo último en el rubro, como las tazas mágicas, las tazas fosforescentes y, dentro de poco, contarán con las musicales. De acuerdo con la descripción de Rodríguez, éstas podrán tocar la melodía preferida del cliente cuando levante la taza y al momento de dejarla en la mesa, la música dejará de sonar. La innovación proviene de China y llegó a Bolivia luego de que el centro consiguiera la licencia y contratara a técnicos electrónicos nacionales para poder aplicar la tecnología en el país.
Apoyo tecnológico
A medida que la serigrafía empezó a masificarse en Bolivia, nació la competencia. Por ello los trabajadores del centro buscan constantemente la especialización en el rubro y para ello toman cursos fuera de las fronteras, en países como Chile, Brasil, Argentina y otros donde estas técnicas gozan de mayor difusión.
Con el tiempo, el pequeño taller de San Pedro empezó a llenarse de equipos de última tecnología en el rubro. De esa manera, el centro fue el primero en incorporar la serigrafía digital. De ahí pasaron a la litoserigrafía, que se emplea para hacer grandes cantidades y atender la demanda de las empresas.
“Muchas de las cosas que enseñamos son parte de la tecnología nueva, que hace tres años no se conocía en Bolivia; somos los pioneros de la serigrafía digital. Antes en Bolivia nadie enseñaba y ahora todos lo hacen. Por ejemplo, las tazas se las hacía de un solo color ahora las podemos hacer multicolores”, indica Rodríguez.
En el segundo piso del centro destacan dos máquinas grandes llamadas “pulpo”. Se encargan, con sus seis brazos, de que se estampen las imágenes en poleras y otras prendas. Cada artefacto produce 1.500 unidades por día.
También está una pequeña máquina, el planchador de tazas, y cuya licencia para su uso se obtuvo en los Estados Unidos. Con una altura de 50 centímetros y un espacio vacío en medio, estampa en las tazas en menos de 10 segundos el diseño elegido.
Otro equipo es la planchadora neumática UV, con la que el centro se adecúa al cuidado del medio ambiente, debido a que la tinta que utiliza es ecológica.
Para abaratar los costos por la compra e importación del equipo tecnológico, los propietarios presentan los planos de las máquinas a algunos talleres para que se construyan unas similares, previa solicitud de una licencia.
Pioneros en el arte
Lo que nació como un emprendimiento personal, con el tiempo se fue fortaleciendo. Hoy tiene ocho trabajadores, entre los que se cuentan los hijos del director y fundador. Todos apoyan en la difusión de las técnicas, por ello en 21 años de trabajo ya capacitaron a más de 80.000 personas en todo el territorio nacional.
“Nuestros talleres no sólo sirven para aprender un oficio, algunos lo toman para desestresarse. Tuvimos a músicos, políticos, policías, militares, ex autoridades de gobiernos anteriores, abogados, arquitectos y otros profesionales”.
Rodríguez egresó de la escuela Don Bosco en 1984 como técnico en Artes Gráficas. Por ese entonces, su gremio en Bolivia se reducía a nueve personas. Sus primeros cursos los dictó desde una casa en Ciudad Satélite de El Alto. Y para compartir la serigrafía con más gente, realizó viajes al interior del país con el auspicio de las universidades estatales.
No sólo fue el primero en incursionar dictando cursos directos, también acudió a los medios masivos. Es así que desde hace 16 años da clases por la televisión. “Tenemos el logro de haber estado en todos los canales paceños y la mayoría de las radios”, afirma.
Cuando Rodríguez empezó a elaborar objetos de serigrafía, no había tiendas del rubro, pero hoy, sólo en el eje troncal, existen de 25 a 30 centros comerciales.
En los últimos seis años el centro ya publicó seis libros sobre la serigrafía, el último con un video didáctico incluido. El objetivo es que todos aprendan el oficio y puedan elaborar, con sus propias manos, poleras, tazas y otros objetos para sus seres queridos.
Bajo un paraguas, Ariel Jiménez, de 27 años, esperaba a que su novia llegue. Llovía aquel 21 de febrero del 2008, cuando Susana Ríos, dos años menor, apareció y juntos se dirigieron hasta un céntrico café paceño para celebrar tres años de novios.
Una rosa roja no fue suficiente para alegrar a la joven, pues ella tenía la esperanza de recibir más bien un anillo de compromiso. A la hora del café, Ariel le pidió a Susana que observara cómo el agua cubría la taza. Conforme se llenaba, el recipiente empezó a cambiar de color de la oscura hasta que surgieron las palabras: “Este es el momento final: ¿Quieres casarte conmigo?”.
La respuesta sí se dejó esperar. Susana, sorprendida por tan inusual forma de pedir matrimonio, rompió a llorar. Y el año pasado, en septiembre, Ariel convirtió a Susana en su esposa. Aquella taza mágica, hoy tiene un lugar especial en su hogar.
La idea de hacer un pedido de mano diferente salió de la tienda del Centro de Orientación Gráfica, donde Ariel llegó por recomendación de un amigo. Ahí, el fundador y director, Benjamín Rodríguez Candia, le presentó esta novedad junto a toda una variedad de productos elaborados con técnicas de la serigrafía. Eligió la taza y no se arrepintió.
Cuando uno atraviesa el umbral del centro de enseñanza se abre un mundo de colores y diseños plasmados en diferentes objetos expuestos en las vitrinas de la tienda. Algunos están a la venta, mientras que los de las instituciones son sólo modelos. Las tazas, platos, poleras, adhesivos y otros productos, ya sea que cambien de color o que lleven estampados simples, son ofertados por Mariela Rodríguez.
Pintando la vida
La serigrafía es el arte de imprimir fotos y diseños sobre cualquier material. Es una técnica directamente relacionada con el área de marketing o publicidad de las empresas e instituciones. “El slogan del centro es: ‘Expresamos el color del alma y el corazón’, porque creemos que no sólo se trata de echar la tinta, sino de plasmar la creatividad innata y espíritu del boliviano; y en los talleres lo que hacemos es despertar esa cualidad, pues ningún compatriota es inútil”, afirma Benjamín Rodríguez, quien de inmediato enseña los trabajos de antiguos alumnos.
En el interior de la infraestructura de dos pisos que alberga al centro de enseñanza, las mesas y sillas dan paso a máquinas artesanales y de última tecnología que disputan el espacio con envases de pintura y computadoras donde alumnos y trabajadores dan rienda suelta a su ingenio.
La casona —ubicada en la zona de San Pedro, a pocos pasos de la plaza principal— es visitada a diario por decenas de personas que buscan las novedades que se lanzan a la par que en otros países. “Tenemos a una persona conectada a internet 12 horas diarias para tenernos al tanto de lo último en el área. También hacemos compras en el exterior del material necesario para hacer nuestro trabajo”, indica el fundador del centro de enseñanza.
Los clientes y alumnos acceden de primera mano a lo último en el rubro, como las tazas mágicas, las tazas fosforescentes y, dentro de poco, contarán con las musicales. De acuerdo con la descripción de Rodríguez, éstas podrán tocar la melodía preferida del cliente cuando levante la taza y al momento de dejarla en la mesa, la música dejará de sonar. La innovación proviene de China y llegó a Bolivia luego de que el centro consiguiera la licencia y contratara a técnicos electrónicos nacionales para poder aplicar la tecnología en el país.
Apoyo tecnológico
A medida que la serigrafía empezó a masificarse en Bolivia, nació la competencia. Por ello los trabajadores del centro buscan constantemente la especialización en el rubro y para ello toman cursos fuera de las fronteras, en países como Chile, Brasil, Argentina y otros donde estas técnicas gozan de mayor difusión.
Con el tiempo, el pequeño taller de San Pedro empezó a llenarse de equipos de última tecnología en el rubro. De esa manera, el centro fue el primero en incorporar la serigrafía digital. De ahí pasaron a la litoserigrafía, que se emplea para hacer grandes cantidades y atender la demanda de las empresas.
“Muchas de las cosas que enseñamos son parte de la tecnología nueva, que hace tres años no se conocía en Bolivia; somos los pioneros de la serigrafía digital. Antes en Bolivia nadie enseñaba y ahora todos lo hacen. Por ejemplo, las tazas se las hacía de un solo color ahora las podemos hacer multicolores”, indica Rodríguez.
En el segundo piso del centro destacan dos máquinas grandes llamadas “pulpo”. Se encargan, con sus seis brazos, de que se estampen las imágenes en poleras y otras prendas. Cada artefacto produce 1.500 unidades por día.
También está una pequeña máquina, el planchador de tazas, y cuya licencia para su uso se obtuvo en los Estados Unidos. Con una altura de 50 centímetros y un espacio vacío en medio, estampa en las tazas en menos de 10 segundos el diseño elegido.
Otro equipo es la planchadora neumática UV, con la que el centro se adecúa al cuidado del medio ambiente, debido a que la tinta que utiliza es ecológica.
Para abaratar los costos por la compra e importación del equipo tecnológico, los propietarios presentan los planos de las máquinas a algunos talleres para que se construyan unas similares, previa solicitud de una licencia.
Pioneros en el arte
Lo que nació como un emprendimiento personal, con el tiempo se fue fortaleciendo. Hoy tiene ocho trabajadores, entre los que se cuentan los hijos del director y fundador. Todos apoyan en la difusión de las técnicas, por ello en 21 años de trabajo ya capacitaron a más de 80.000 personas en todo el territorio nacional.
“Nuestros talleres no sólo sirven para aprender un oficio, algunos lo toman para desestresarse. Tuvimos a músicos, políticos, policías, militares, ex autoridades de gobiernos anteriores, abogados, arquitectos y otros profesionales”.
Rodríguez egresó de la escuela Don Bosco en 1984 como técnico en Artes Gráficas. Por ese entonces, su gremio en Bolivia se reducía a nueve personas. Sus primeros cursos los dictó desde una casa en Ciudad Satélite de El Alto. Y para compartir la serigrafía con más gente, realizó viajes al interior del país con el auspicio de las universidades estatales.
No sólo fue el primero en incursionar dictando cursos directos, también acudió a los medios masivos. Es así que desde hace 16 años da clases por la televisión. “Tenemos el logro de haber estado en todos los canales paceños y la mayoría de las radios”, afirma.
Cuando Rodríguez empezó a elaborar objetos de serigrafía, no había tiendas del rubro, pero hoy, sólo en el eje troncal, existen de 25 a 30 centros comerciales.
En los últimos seis años el centro ya publicó seis libros sobre la serigrafía, el último con un video didáctico incluido. El objetivo es que todos aprendan el oficio y puedan elaborar, con sus propias manos, poleras, tazas y otros objetos para sus seres queridos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario