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Crisis, sostenibilidad y diseño

Los diseñadores y empresarios asturianos deben unir sus fuerzas para buscar una salida a la crisis con propuestas innovadoras

ROSA M.ª QUIRÓS UNIVERSIDAD DE OVIEDO MICHELE REALE EX PROFESOR DE LA ESCUELA MEDIA ITALIANA Hoy se celebra el «Día mundial del diseño»; este acontecimiento es un buen pretexto (porque para hablar de diseño en Asturias parece necesario un pretexto) para hacer algunas reflexiones sobre el papel que el diseño puede jugar en un momento especialmente interesante, en el que coinciden crisis de diverso tipo, procedencia y consecuencias: de medio ambiente, financiera y, también, en el terreno del diseño. Algunas de ellas arrastran un largo período de maduración; otras aparecieron de improviso.

El medio ambiente se está degradando desde hace décadas sin que parezca que los gobiernos estén dispuestos a adoptar las medidas (conocidas) que permitan que nuestro planeta continúe acogiendo a nuevas generaciones. Ya desde 1972 el Club de Roma alertaba de que los recursos del planeta son finitos y de los riesgos que suponían su consumo desmedido. En 1987 la World Commission for Environment and Development preparó un documento titulado «Sobre nuestro futuro» en el que, por primera vez, se introducía y definía el concepto de «desarrollo sostenible». Un poco antes de la primera de estas fechas incluso, en 1971, Víctor Papanek, en su obra «Design for the real world» recordaba a los diseñadores su responsabilidad social y les exigía una actividad respetuosa con el medio ambiente.

La crisis financiera ha sorprendido repentinamente a las autoridades económicas, aun cuando los síntomas parecían evidentes desde hacía tiempo. Hasta el presente, la sociedad occidental, la llamada «sociedad del bienestar» parecía basar sus metas exclusivamente en el consumo desmedido; la cultura del exceso, del derroche, de la ostentación está aliándose con el desprecio hacia la naturaleza para desembocar en no sabemos qué resultados.

Y a esto se prestaba, en muchas ocasiones, lamentablemente, el diseño, rindiéndose a las veleidades del lujo, del «star system» de los diseñadores y la desmesura en las formas y las propuestas. De nuevo, como en los años sesenta, el diseño convertido en producto de marketing. De nuevo, como entonces, es necesaria una seria y profunda reflexión.

Pero, como tantas veces a lo largo de su breve y densa historia, la cultura del proyecto está empezando a tomar conciencia de su error y a proponer unas soluciones que pueden beneficiar a su propia industria tanto como contribuir a la solución de los otros graves problemas.

Actualmente leemos en las revistas especializadas que «el diseño ama la crisis»; no es una afirmación ni banal ni voluntarista; la historia lo confirma: la Bauhaus ha demostrado cómo la crisis agudiza el ingenio; la silla Wassily de Breuer, de 1925, fue la perfecta expresión de los nuevos hábitos visuales impuestos por las vanguardias constructivistas; la más interesante pieza de diseño de Le Corbusier, su famosa «chaise longe», es de 1927; del mismo año es la conocida silla Cesca, de Marcel Breuer; tras la caída de Wall Street en 1929 surge el fenómeno Raymond Loewy, que da forma al nuevo sueño americano; a los pocos meses del fin de la II Guerra Mundial Eames presenta su colección de muebles en compensado curvado, pieza básica del diseño contemporáneo; la Lexicon 80, de Nizzoli para Olivetti y la popular y famosísima Vespa de Piaggio -hija de la tecnología bélica- aparecieron en 1946, recién acabada la contienda. El diseño siempre se ha mostrado capaz de transformar las dificultades en posibilidad de nuevos avances.

También ahora se está empezando a percibir cómo el diseño puede contribuir a transformar el mundo; y tampoco ésta es una afirmación grandilocuente y utópica; porque el desafío que se presenta hoy a los diseñadores es el de ser capaces de trabajar juntos y de hacer frente a las dificultades apostando por la sostenibilidad, sin renunciar a la emoción; apostar por la sostenibilidad quiere decir cuidar nuestro planeta haciendo un uso apropiado de los materiales y de las técnicas y estudiando toda la vida del producto, desde la manera en la que es elaborado y los materiales que se utilizan en su fabricación hasta la forma que en ese producto puede ser reciclado una vez acabada su vida útil.

Desde los observatorios del diseño -las ferias como el Salón del Mueble de Milán y las revistas especializadas- se está empezando a ver un diseño que se hace eco de estos tiempos complejos; la ostentación pasa de moda: no hay una renuncia a la estética, pero se retoman ciertos valores en desuso como la longevidad y la resistencia; un diseño que se hace intérprete de las verdaderas necesidades de los consumidores; un diseño que traduce la emoción en el tiempo de la crisis. Se percibe que se está pasando del efecto sorpresa al efecto emoción, del «efecto wow!!!» al «efecto mi piace?».

La revista «Domus», en su número 925, correspondiente a mayo de 2009, recoge unas entrevistas con una serie de empresarios y diseñadores en los que se aborda el papel que aguarda al diseño. Margaritelli está convencido de que la crisis va a servir para redimensionar algunos excesos y reorientarse hacia las leyes de la naturaleza. Guzzini opina que se deben desarrollar productos que mejoren realmente la vida de quien los use y no simplemente incentivar el consumo; en su opinión, los parámetros de calidad deben estar basados en la capacidad de la empresa para alcanzar un desarrollo sostenible tanto con sus productos como con el modo de producción. Centazzo a la pregunta de cómo debe reaccionar la empresa en estos difíciles momentos responde que ahora se debe buscar la mejora de la calidad de los productos por una motivación ética y práctica: la duración de un producto está directamente ligada a su ecocompatibilidad; en un mundo finito el consumo no puede aumentar hasta el infinito; la rápida satisfacción de los deseos ha determinado un comportamiento compulsivo de adquisición y consumo que debe ser reconsiderado.

Ésta puede ser una extraordinaria ocasión para que diseñadores y empresarios asturianos unan sus fuerzas en un programa común que permita buscar una salida a la crisis con propuestas innovadoras y ecocomplatibles. Es un buen momento para que se apueste por la innovación, la transformación y la modernización; y los diseñadores deberían tener mucho que decir en estas circunstancias. Por el bien y el futuro de nuestra tierra el diseño podría y debería abanderar la marcha hacia un futuro sostenible.

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