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LA ANARQUÍA CREATIVA DE GOSTER

Diseñador gráfico. Mejor conocido en el mundo del diseño como Goster, apodo que le dieron por su parecido a un dibujo animado japonés de los años ochenta. Goster es considerado uno de los diseñadores gráficos más reconocidos del país, gracias a su estilo, marcado por la estética agresiva del punk y la cultura popular. Melómano por naturaleza y apasionado por el skate, las tapas de los discos y la arquitectura, Goster estudió diseño gráfico siguiendo el consejo de un amigo de su padre. Aunque su obsesiva necesidad creativa empezó a los quince años cuando editaba su propio fanzine y pintaba calaveras en sus camisetas. Hoy, sus notables ilustraciones, creadas con diversas técnicas, abarcan todos los ámbitos de lo impreso, desde libros y revistas hasta carátulas de discos. A pesar de ello, se considera una suerte de «Dr. Jekyll del diseño» ya que asegura que en el Perú es complicado especializarse y un diseñador tiene que hacer un poco de todo. Acaba de renunciar a una de las agencias más importantes del país para crear su propia agencia de diseño. Dice que está harto de lidiar con clientes que no respetan su trabajo.

¿Por qué te llaman Goster?
Me llaman así desde los seis años, cuando estaba en primer grado. En esa época había unos dibujos animados japoneses de la serie Sombrita, y había un personaje que se llamaba Goster, que era narizón como yo. Empezó así, como un apodo, pero luego se fue quedando. A la gente le resulta más fácil decirme Goster que José Antonio, cosa que al principio no me gustaba mucho pero luego me acostumbre. Es graciosísimo. Todo el mundo me dice Goster menos mi madre.

¿De chico ya diseñabas? Sé que siendo adolescente ya editabas tu propio fanzine.
En los ochenta harta gente comenzó a sacar fanzines y con un grupo de amigos, sacamos uno llamado KK (Kritica Konstructiva), alucinados por la onda punk que se vivía entonces. A los quince me metí fuerte en la onda punky y empecé a montar skate y a consumir un montón de música, fanzines y revistas. Pero sobre todo, vivía alucinado con las tapas de los discos. La estética punk me fascinaba. Yo personalizaba mis casetes, pintaba mis polos, cortaba las lijas de mi skate con formas, dibujaba calaveras y cosas con tipografía en todos mis cuadernos y las tapas de mis libros, pero todo era una cosa intuitiva. Yo no tenía idea de lo que era diseño gráfico. Después me enteré de que Jamie Reed, Malcolm Gardner, David Carson y otros famosos del diseño, han hecho tapas para las bandas y fanzines que yo consumía. De alguna manera consumía bastante material de diseño sin saber que eso era diseño.

¿Por qué decidiste convertirte en diseñador gráfico?
Yo tenía diecisiete años cuando terminé el colegio y no sabía a qué dedicarme. Hasta que el escritor Jorge Eslava que era amigo de mi papá y que había sido mi profesor en el colegio, me animó a estudiar diseño. Jorge había fundado la editorial Colmillo Blanco y estaba un poco obsesionado con las tapas de los libros. Él enseñaba en el Instituto Peruano de Publicidad (IPP) así que me convenció. Al principio no me gustó mucho porque en el instituto todo estaba más enfocado al lado de la publicidad y a mi me interesaba la parte creativa. Por eso, incluso pensé en ser redactor publicitario, pero al final no resultó. Lo mio era el diseñó.

¿Y por qué cambiaste de opinión?
A finales del los ochenta, no había Internet así que no había acceso la cantidad de información que hay ahora. Del diseño no conocía mucho. Hasta que un día, merodeando en la biblioteca del instituto, encontré una revista que se llama Comunication Arts y que me partió la cabeza pues empecé a redescubrir cosas que había ya visto antes cuando de época de chibolo punky. Allí vi unos trabajos de Art Chantry, famoso por haber trabajado la imagen de Sub Pop, esta disquera de Seattle donde se inició Nirvana. Chantry usa mucho la estética punk, del cine serie B, del cómic y la publicidad barata de los sesenta. Leyendo está revista fue que descubrí todas las posibilidades que tenía el diseño. A partir de ese momento, cada vez que alguien viajaba al extranjero le encargaba este tipo de revistas y otras que fui conociendo como How y Print, materiales que consumía obsesivamente.

¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?
Fue un díptico que hice para una institución llamada Fundación para la Conservación de la Naturaleza. Ese fue el primer trabajo por el que me pagaron. Yo tenía veinte años. Allí empecé haciendo folletos y todo el material gráfico. Pero también aprendí cosas que tienen que ver con la impresión, con los materiales y los sustratos, súper importante para un diseñador.

¿Y cómo llegaste al mundo editorial?
Recuerdo que en esa época El Comercio empezó a hacer cosas especiales en las tapas de la sección C (la que ahora se llama Luces) gracias a gente que había estudiado en el extranjero y que venía con ideas nuevas de diseño editorial. Eso hizo que me comenzara a gustar ese mundo. Empecé trabando en una revista que se llamaba Telecolor en donde aprendí este nuevo lenguaje. Luego caí en El Comercio casi de casualidad y trabajé durante tres años en algo que se llamaba Servicios Editoriales a Terceros diseñando memorias y una revista de moda llamada Maniquí. Luego pasé al área de marketing a trabajar toda la autopublicidad. Pero me aburrí y me fui a Icono, donde estuve unos años. Después tuve un periodo corto como director de arte en Causa para probar esto del campo publicitario pero no me gustó y regrese a El Comercio (área de publicaciones y multimedios) y me quedé en Somos ilustrando las aperturas de política todas las semanas.

Mucha gente te conoce por esas ilustraciones. ¿Qué poder de comunicación encuentras en este campo del diseño?
Creo que la ilustración es potente porque en ella puedes hacer y expresar lo que te de la gana. Puedes recrear mundos, mezclar un montón de recursos y técnicas. Cuando ilustraba para la revista Somos encontramos esa posibilidad. Allí abríamos la sección de política con una ilustración pues las fotos eran noticia pasada y no queríamos repetir. La ilustración fue una manera original de comunicar lo que toda la prensa ya había tocado.

¿Cuáles son tus referentes a la hora de diseñar?
Es difícil decirlo. Tengo un montón de referentes que a mi me gustan, aunque no necesariamente sus trabajos se parecen a lo que yo hago. Uno de mis diseñadores favoritos es Peter Saville, famoso por haber sido socio de Factory Records, esta disquera de Manchester que grabó el primer disco de New Order. En los noventa me moría por David Carson, el ídolo de todos los diseñadores jóvenes por ser un transgresor y un vanguardista. Carson tenía un montón de detractores porque su trabajo era ilegible y era acusado de haber destruido el diseño. Pero en esa época me gustaban mucho estos trabajos de letras superpuestas y rasgadas. Me recordaba mucho a la época punk, cuando consumía una revista que él diseñaba llamada Skateboarding y que tenía esta onda de la suciedad del fanzine, de la fotocopia, de la imperfección. Ese tipo de efectos me gustaban. Paralelamente, consumía muchas revistas gringas. Me gustaba mucho el trabajo del austriaco Stefan Sagmeister y de Art Chantry. También me gustan mucho colectivos como Big Active, Non Format, Hort, Vasava. Los diseñadores que han tenido relación con la música siempre me han movido.

¿Sueles escuchar música cuando diseñas?
Todo el tiempo. Cuando trabajo, siempre estoy escuchando o bajando música de Internet como un loco. A veces me descargo treinta discos en una semana. ¡Es una barbaridad de música! Tengo un montón de discos que no he escuchado hasta hoy. Ahorita, por ejemplo, estoy escuchando un disco de The National que baje hace dos años. Antes tenía un montón de casetes que grababa compulsivamente. Si hablamos de CD’s, en mi casa tengo una colección de más de mil discos. Esos sí los he escuchado todos. Me encanta The Clash, Ramones, Pixies, Joe Division, pero también suelo escuchar algo de John Coltrane y Rubén Blades. Ahorita estoy pegado con la música del español Joe Crepúsculo y un disco antiguo de The Vaselines. Eso sí: no escucho radio hace años.

Pero tu obsesión siempre han sido las tapas de los discos.
Absolutamente. Entrar a una tienda de discos era casi orgásmico para mí, una suerte de placer. No iba a comprar un disco sino a bucear. Me encantaba explorar desde tiendas de música normales hasta «huecos» en la Cachina para encontrar tapas de discos. Era como ir a un museo de arte moderno. El diseño de las tapas me fascina. Incluso, he comprando discos sólo porque la tapa me parecía increíble. Desafortunadamente, ya no tengo vinilos. De chico tenía pero, en un acto estúpido, me deshice de ellos porque empezaron a salir los CD’s.

Cuéntame un poco sobre tu técnica. Mezclas mucho, ¿verdad?
Siempre mezclo, pero no tengo una regla. Puedo empezar de un dibujo vectorial y añadirle cosas a mano después y terminar todo en photoshop. O puedo empezar de un dibujo a mano y luego añadirle cosas vectoriales, luego meterlo al photoshop y añadirle cosas de colage al final. También suelo tomarle fotos a cualquier cojudez que me encuentro, desde una pared o un pedazo de vereda y que quedan archivados aguardando su turno para ser utilizados. Mi proceso es más intuitivo y lúdico. Siempre pienso en una idea madre, en un concepto, pero generalmente no siempre queda como lo pensé. Como trabajo jugando, poniendo, quitando, hay bastante de azar. Mi chamba es totalmente caótica, aunque se trata de un caos controlado. Eso tiene que ver con mi personalidad. Yo no puedo hacer una cosa a la vez. A veces estoy con el Messenger, el correo y el Facebook abiertos y diseñando varias cosas a la vez. Estoy quince minutos pegado con una cosa y de pronto paso a otra. Y eso no es bueno ni malo. Simplemente, es lo que me funciona. Hay gente que hace cosas increíbles y son más ordenados. Hasta tienen un cronograma en Excel para ordenarse, pero yo no puedo diseñar así. Definitivamente, tiene que ver con mi personalidad.

¿Investigas siempre antes de diseñar o eres pura intuición?
Siempre investigo antes de agarrar el lápiz. Desde un proyecto chico hasta uno grande. A veces voy a sitios a leer, a mirar, pero ahora es más fácil porque puedes acceder a casi todo con un click. Si viene una minera, por ejemplo, investigo sobre temas que tienen que ver con esa realidad porque yo no las conozco del todo. De hecho me llega un brief, pero siempre busco otros referentes por mi cuenta.

¿Es cierto que te consideras una suerte de «Dr. Jekyll del diseño»?
Jajaja. Bueno, algo así. Lo que pasa es que acá hay que hacer de todo, entonces hay que transformarse y adaptarse: hacer logos, afiches u otros trabajos de ese tipo. Si por mí fuera, me dedicaría a hacer solo tapas de discos o cosas relacionadas con la música y la cultura. Pero en el Perú no se puede. Aquí es muy difícil especializarse.

¿Por qué crees que es tan difícil especializarse?
Porque acá el mercado es muy pequeño. El campo editorial es un buen ejemplo. En Lima, hay quince o veinte revistas, pero en Buenos Aires puedes encontrar hasta ochenta. Allá, la movida de diseño es más grande, aunque no necesariamente es mejor que la de nosotros. Lo que sucede es que allá hay más diseñadores haciendo cosas buenas. Si acá hay cien, en Buenos Aires hay dos mil.

Cada vez hay más jóvenes interesados en dedicarse al diseño gráfico. ¿Crees que el diseño está de moda?
Pienso que existe una movida grande porque hay más gente interesada en esto. Aunque no tengo idea de por qué. Hace quince años, por ejemplo, al diseñador se le conocía como el dibujante o el bocetista, no tenía voz ni voto en el proceso creativo. El redactor era el que generaba la idea. Él le decía al diseñador «pon esto así, esto asa» y el diseñador sólo ejecutaba. Ahora, en cambio, el diseñador ha cobrado más importancia. Los diseñadores estamos invadiendo un poco el arte y los artistas hacen cosas cogidas de la cultura del diseño. Ellos, por ejemplo, hacen pinturas como si fueran dibujos vectoriales. El graffiti y la cultura del skateboard también se han metido en el diseño bien fuerte.

¿Sientes que en el Perú también se está comenzando valorar al diseñador?
Acá eso es sospechoso todavía. Mi viejo, por ejemplo, es abogado y no sabe muy bien todavía a que me dedico, sabe que soy diseñador pero no sabe muy bien de que se trata. Así como él hay un montón de gente y clientes que no entienden este trabajo. En el Perú, no existe una cultura del diseño.

Has sido director creativo de una de las agencias más prestigiosas del país. ¿Sentiste esa realidad en el trato con los clientes?
Sí. Fue jodido. Creo que no existe profesión tan maltratada ni tan invadida como la del diseñador. Todo el mundo se siente con derecho a decir algo sobre esto. A un redactor no le pasa eso. Te pueden sugerir algo sobre el texto, pero ahí nomás. En cambio, yo he tenido clientes a los que les he mandado mi boceto y ellos me mandan el suyo con total desparpajo. Eso me parece recontra faltoso e invasivo. A veces yo les he dicho «¡oye, no seas sin vergüenza, esto es escolar!». A veces he discutido mucho con los clientes pues algunos no se dejan asesorar. Les cuesta entender que yo no trabajo en función a mi gusto, sino a los objetivos de marca que ellos tienen. No se trata de que el rojo me guste o que le guste a la mujer del dueño. Si le pongo el color rojo es por algo. Por eso, si presentas tu trabajo y lo sustentas bien y de manera sólida, será difícil que lo destruyan. Pero si mandas tu archivo PDF así nomás, sin nada, regresará manoseado. Es súper importante sustentar y vender bien tu trabajo.

Tú trabajo tiene mucha influencia de la cultura popular por los colores y las formas. ¿Sientes que eso le ha dado personalidad a tus diseños?
Bueno, es algo que ha sucedido pero que no hice a propósito. Quizá se deba a que los pósters chicha siempre me han impactado, aunque en algún momento los he negado porque, decir que eso te influenciaba en alguna manera, era mal visto. En cambio, ahora es cool decir eso. Por eso, ahora digo que me llega, sólo por fregar. Sin embargo, debo decir que esa estética siempre me ha llamado la atención.

¿Crees que el diseño gráfico peruano tenga una identidad propia?
No sé si exista una identidad, pero sí particularidades. Pienso que, a nivel visual, la estética de la cultura llamada «chicha» es lo más potente y sincero que hay acá pues no tiene referentes similares. La improvisación de los colores fosforescentes, los verdes los fucsia que tiene que ver con la ropa y con el cielo andino, es algo que se distingue en una Lima que siempre es gris. Los letterings hechos a mano sin conocimientos de tipografía, desproporcionados, imperfectos y que no se ceñían a ninguna regla, le brindaba a la cultura chicha un carácter informal pero a la vez auténtico y potente. Por eso cuando ves letreros como «Zapatería Walter» o «Restaurante Rosita», verás que siempre tienen algo en común. Las pollerías son otro ejemplo. El verde en las paredes, el neón mezclado con las plantas artificiales y las cascadas, es una suerte de llevar el campo a ese espacio. Es una modernidad entendida de otra manera, influenciada por la cultura de la migración.

¿Cuánto crees que un diseñador pueda aprovechar de esto?
Se podrían aprovechar en muchos sentidos. De hecho, muchos han empezado a hacer algo introduciendo estampados de Sarita Colonia, los tigres, las serpientes y los colores estridentes de los carteles «chicha». Aunque muchos también han criticado ese trabajo. A mí en particular, el diseño precolombino me parece increíble. Sí vas a Chan Chan, por ejemplo, verás que las síntesis de los animales son alucinantes y no se han aprovechado mucho hasta ahora.

¿Cómo te imaginas el futuro del diseño gráfico en el Perú?
Mejor valorado. Aunque hay que trabajar mucho para lograr eso. La gastronomía, por ejemplo, ha estado dormida por años. Tuvo que aparecer Gastón Acurio para que comience a impulsarse. Tal vez en el campo del diseño, tendría que suceder algo parecido. Que alguien haga un afiche y se haga famoso. Creo que a partir de allí, algo grande comenzaría a suceder.

¿Que consejo le darías a un diseñador que recién empieza?
Que se nutra bien, que se alimente de recursos, tal vez ver cine, leer, oír harta música. Si tienes la olla llena, tienes como mezclar, y podrás hacer algo interesante. Ahora, eso depende de cada uno. A mi encanta la música, el skate, el diseño de interiores y la arquitectura. Pero también soy súper curioso. Sí paso por un kiosko y me gusta una tapa, me quedo pegado. Hasta me he metido a estudiar guión y dirección de cine de puro curioso. Ahora, me quiero meter en esto del motion grafic, que acá no se hace mucho. Siempre estoy explorando, buscando.



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