miércoles

Taller de Dinamizadores: pensamiento lateral (aunque sea accidental)

Con motivo de la apertura del plazo para inscribirse en la VII edición del Taller de Dinamizadores® de la Innovación de la Fundación Canaria Universitaria de Las Palmas, vamos a hablar un poco de un aspecto que, según he podido escuchar, se critica bastante: ¿qué hace un recién titulado ejerciendo de consultor de la innovación?


Antes que nada, quisiera avisar de que este post está basado en hechos reales. En realidad, está basado en hechos reales y en una película. Para entender los hechos reales, hablemos primero de la película. El problema está en que no me gusta destripar películas y necesitaría hacerlo para contarles lo que quiero. Por eso, voy a alterar algunas cosillas, para que quien no la haya visto pueda disfrutarla como si no hubiese leído nada sobre ella. Es probable que quien la haya visto la reconozca.

Un hombre, estudioso biólogo especializado en plantígrados, lleva treinta años persiguiendo a una especie tan solo conocida por él. Es una especie rara, que no se deja ver nunca y que vive en la zona más peligrosa e inaccesible de un bosque de los Cárpatos. En una ocasión, hace treinta años, este hombre, que gozaba hasta ese momento de una reputación envidiable, se cruzó por casualidad con un esqueleto de esta especie y se lo mostró a la comunidad científica internacional. Sin embargo, sus colegas le acusaron de falsear el hallazgo uniendo huesos de distintos animales, algo más corrientes: cráneo de oso, fémures de jirafa, espina dorsal de león... Abatido, el biólogo se retiró a las inmediaciones de la zona en la que sabía que debía vivir ese extraño animal y allí permaneció durante todo ese tiempo.


Treinta años dan para mucho, aunque se esté recluido en una cabaña en medio de los Cárpatos. En ese tiempo se mantuvo informado acerca de las costumbres de animales que él pensaba que se asemejaban a su codiciado ejemplar; leía cuantas publicaciones científicas le llegaban para intuir cómo podrían ser sus patrones de conducta -el correo ucraniano funcionaba bastante bien por aquella época-; desarrolló un sistema de vigilancia que le había permitido avistar a su ejemplar en varias ocasiones, pero nunca consiguió ni tan siquiera sacar algunas fotografías suyas. Treinta años también dan para alimentar todo tipo de obsesiones y sentimientos de rabia hacia el animal. Lo había hecho todo y aún así no conseguía obtener lo que deseaba: un ejemplar vivo que pudiera mostrar a la comunidad científica para recuperar su reputación.


Un buen día, una familia con dos niños pequeños decidió ir de excursión a la región. Qué hace una familia con dos niños pequeños en pleno bosque salvaje es algo que se escapa a mi entendimiento, pero ya les he comentado que se trata de una película (alterada). El menor de los hijos no levantaba su coronilla más de metro y veinte del suelo y no se despegaba de un estruendoso juguete con campanillas. En un momento bastante tenso de la trama, este niño se pierde en plena floresta -acabo de encontrar este término gracias a la informática y al diccionario de la RAE, ¿no es increíble?-. Y como en buen film que es, la reacción del niño no es la obvia (asustarse), sino darse cuenta de que comienza una gran aventura... y hace sonar las campanillas de su juguete. El sonido genera un movimiento bastante extraño entre el follaje que le rodea, pero como buen niño ficticio, en vez de echar a correr sigue haciendo sonar su juguete. Y entonces aparece la bestia.


El animal parece tener cabeza de oso, muslos de jirafa y lomo de león. Y aunque su tamaño es realmente imponente, su carácter es más bien afable, por lo que bestia y niño acaban haciéndose amigos inseparables. A partir de este momento, la película prosigue con un sinfín de situaciones en las que el biólogo trata de utilizar al niño para hacerse con su presa y etcétera, etcétera. Eso no viene a cuento ahora mismo.


Lo importante es esto: a veces es más efectiva media hora haciendo tonterías que treinta años de estudio meticuloso para hallar la solución a un problema. Así de extraña es a veces la vida. ¿La vida? ¿No estábamos hablando de una película? Bueno, para hablar de analogías en la vida real tenemos que traducir esto de la siguiente manera: el pensamiento lateral y la casualidad, a veces, ayudan mucho más que el estudio meticuloso para hallar la solución a un problema.


Esto sí es la vida real. Extraigo un texto de Wikipedia: "El adhesivo original usado en los Post-It fue inventado en 1968 por Spencer Silver, un investigador de la compañía 3M. En realidad estaba buscando un nuevo adhesivo potente, pero encontró uno débil, al que no pudo encontrarle utilidad. Sólo en 1974, a un colega suyo, Arthur Fry, se le ocurrió usar aquel adhesivo para crear marcapáginas, mientras hojeaba un himnario del coro de su iglesia. Los primeros prototipos estuvieron disponibles en 1977, y en 1980-1981, después de una poderosa campaña publicitaria, el producto fue puesto a la venta en todo el mundo."


En un primer momento, en esta empresa se pensó que el problema era encontrar un pegamento resistente, pero después se vio que al crear un pegamento débil aparece un nuevo problema y es qué hacer con él. Y nadie esperaba encontrarse con esa utilidad. El pensamiento lineal nos diría "tira eso, no sirve para nada". El pensamiento lateral dice "¿y si...?". Y, por qué no decirlo, la casualidad también nos regala soluciones nuevas a viejos problemas.


En las dos fundaciones universitarias canarias llevamos siete años (este año será el séptimo, realmente) gestionando el Taller de Dinamizadores de la Innovación. Se trata de una iniciativa que se ha replicado en otras regiones de España -sí, amigos, por una vez inventamos nosotros y no ellos, al estilo Unamuno- que consiste en insertar a gente que acabe de terminar sus estudios universitarios (o que esté a punto) en empresas para proponer soluciones innovadoras a sus problemas por un lado, y en establecer un puente de contacto con los investigadores de las universidades por otro lado -y servir algún café en más de un caso-. A estos chicos se les da una formación en gestión de la innovación y de proyectos antes de lanzarlos al mundo empresarial o al de la investigación.


Efectivamente, muchos han criticado este programa por un motivo muy simple. ¿Qué pinta un chiquillo de veintipocos años -o veintimuchos- que acaba de salir del cascarón universitario arreglando desperfectos de empresas que pueden llevar muchos años gestionándose con éxito? Pues bien, para explicar eso primero hay que hacer un pequeño inciso: los dinamizadores no van a explicarle a nadie cómo hacer su trabajo. Nunca irán a enseñarle a un abogado cómo ejercer la abogacía.









Lo que el dinamizador de empresas hará es observar el trabajo que se realiza en la empresa y detectar puntos en los que se pueden aplicar mejoras innovadoras. En el caso del abogado, quizás plantee la implantación de un sistema informático para archivar y documentar de una manera más eficiente todos los papeles que pasan por el bufete. Y eso es algo que al señor abogado podía habérsele pasado por alto: gestionar papeles y meterlos en archivadores sin más podía ser poco eficiente, por lo que un sistema de clasificación informatizado y automatizado podría ayudarle a encontrar todo mucho antes -es un ejemplo muy tonto, pero espero que sirva-.


Lo que se busca es la mirada fresca de alguien que no ha sido "contaminado" por muchos años de experiencia y que, por tanto, es capaz de ver cosas de las que los profesionales más curtidos no se percatan, bien porque se han acostumbrado a ellas o bien porque, simplemente, cada profesional sabe de lo suyo y no tiene por qué entender de lo demás.


Obviamente, un dinamizador puede llegar a decir auténticas estupideces -yo fui uno de ellos, lo digo por experiencia-, pero a veces hace sonar un juguete con campanillas et voilà!, captura ese raro espécimen que ningún biólogo ha conseguido clasificar nunca, aún después de treinta años de incesante búsqueda.




http://unidadpromocioninnovacion.blogspot.com/2010/01/taller-de-dinamizadores-pensamiento.html

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